“Yi, er, san!”. “Uno, dos, tres” son las palabras clave ante las que cualquier persona en China sabe que debe prepararse para posar en una foto. Y es fácil que en ese momento a alguno de los fotografiados se le escape un signo de la V con los dedos. La también conocida como seña de la paz o de la victoria es muy popular en China, especialmente entre las chicas jóvenes.
“Yo lo hago para acompañar mi sonrisa”, confiesa Huan, de 30 años. “Muchas personas no saben qué pose hacer frente a la cámara y esto es lo más sencillo, sobre todo para las fotos en grupo”, opina.
Su amiga Yi, sin embargo, dice que no suele hacer el signo de la victoria, sobre todo últimamente. “He oído que ahora te pueden robar las huellas dactilares a partir de las fotos”, asegura.
Desde hace unos meses, han corrido por las redes sociales chinas varios artículos en los que especialistas en ciberseguridad advierten del peligro de compartir fotos de las yemas de los dedos. El tema fue uno de los más comentados en la Semana de la Ciberseguridad de Shanghai el pasado mes de septiembre y generó millones de comentarios en Weibo, el Twitter chino. Sin embargo, el asunto fue una advertencia sobre los riesgos de las nuevas tecnologías más que un análisis de algo que ya esté ocurriendo.
“Yo, desde luego, no lo haría”, afirma Joan Seijo, experto en nuevas tecnologías residente en Pekín. “Para cualquiera que emplee los dedos para proteger sus datos, es peligroso”, opina. Seijo cree, además, que obtener una huella dactilar a partir de una foto es sencillo. “No es muy difícil. Simplemente se necesita una cámara de buena calidad y que la persona no esté demasiado lejos”, cuenta.
A partir de la obtención de la huella, esta se podría imprimir y ser usada para acceder a datos privados de dispositivos móviles o a cuentas bancarias.
China ha acelerado en los últimos años su desarrollo tecnológico en una apuesta por dar valor añadido a su economía mediante la innovación. Esto, unido a la actitud abierta de la población respecto a la incorporación de nuevas tecnologías a la vida cotidiana, ha hecho que el país despunte rápidamente en nuevas herramientas como el pago mediante el móvil o el acceso a determinados servicios mediante el reconocimiento facial.
Sin embargo, la popularización de estas tecnologías y la debilidad de la protección de datos en China podría hacer a sus ciudadanos más vulnerables ante este tipo de robos.
Pero no es algo exclusivo del país asiático. Multitud de servicios en todo el mundo se inclinan desde hace tiempo por la biometría -la medición de las características del cuerpo humano- para el acceso a datos personales en sustitución de las contraseñas. Usar algo que se es en lugar de algo que se recuerda es, en teoría, más seguro.
Sin embargo, esto puede suponer un problema si los datos del rostro, de las huellas dactilares o del iris del ojo son sustraídos, ya que, a diferencia de una contraseña, estos no se pueden sustituir.
Para reducir riesgos, Huan ha decidido evitar el signo de la victoria desde que supo que podría ser víctima de un robo de huellas dactilares. “Es mejor no subir esas fotos a las redes sociales, he tenido que cambiar mis hábitos”, cuenta. Una costumbre que cree que adquirió en la universidad al ver a sus amigas posar para las fotos, aunque no tiene demasiado claro por qué comenzó a realizarla.
El origen del signo de la victoria podría remontarse al siglo XV, cuando los arqueros ingleses empezaron a usarlo para celebrar sus triunfos ante el ejército francés. Durante la Segunda Guerra Mundial se popularizó como emblema de la resistencia aliada gracias, entre otros, al primer ministro británico Winston Churchill, y posteriormente se extendió como símbolo hippie de la paz en los 70.
Sin embargo, la popularidad del gesto en Asia tiene sus orígenes en Japón, donde comenzó a aparecer en cómics manga en la década de los 60 y se convirtió en habitual en la década siguiente entre la juventud, que consideraba la seña mona y divertida. Además, también a día de hoy, algunas chicas la emplean para tapar partes de sus caras que no les gustan.
La expansión de la cultura pop nipona por China, Corea del Sur, Taiwán y Hong Kong en los 80 convirtió la V de victoria en un gesto imprescindible en la región.