Los humanos no son los únicos que peinan canas con la edad. Un nuevo estudio ha descubierto que el plumaje de algunas aves cambia a medida que pasan los años y se convierten en adultos maduros.
El envejecimiento no solo deteriora el funcionamiento del organismo de las aves, como ocurre con todos los seres vivos, sino que también altera su apariencia externa y algunas de sus plumas se tornan completamente blancas. Lo ha descubierto un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) tras estudiar en condiciones naturales el plumaje de algunas aves desde su nacimiento hasta una edad avanzada. Sus conclusiones se publican en la revista Scientific Reports.
En los mamíferos, el encanecimiento progresivo del pelo es una de las manifestaciones más comunes del envejecimiento, pero los efectos de la edad en otros grupos animales son mucho menos evidentes, ha señalado el CSIC en una nota difunda este martes.
El trabajo se ha realizado en el Espacio Natural de Doñana y ha permitido documentar durante años los cambios en la coloración de las plumas de una población de "chotacabras cuellirrojo", un ave nocturna cuyo plumaje está teñido por pigmentos de color pardo-rojizo y que depende de ese camuflaje para sobrevivir.
“El objetivo inicial del estudio era esclarecer las causas de la aparición de plumas completamente blancas por ausencia de melaninas”, ha explicado Carlos Camacho, autor principal del trabajo que han realizado investigadores de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) y del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC).
El fenómeno por el que aparecen zonas sin pigmentación en la piel, el pelaje o el plumaje de los animales se conoce técnicamente como leucismo y sus causas obedecen tanto a factores genéticos como a traumas físicos y estrés ambiental.
Los investigadores han destacado el interés de estudiar los fenómenos relacionados con el envejecimiento de las aves, ya que se comportan de forma diferente a los mamíferos.
"Nuestros perros y gatos envejecen a ojos vista, pero ¿alguien ha podido reconocer a una cigüeña anciana en el campo?”, se ha preguntado el investigador Juan José Negro, coautor del estudio.
En los más de mil chotacabras que examinaron los investigadores, las primeras plumas blancas aparecieron siempre después de la fase juvenil, y fueron mucho más frecuentes a partir de los cinco años, una edad equivalente a los 35 en humanos.
Como las canas humanas, las plumas blancas aparecieron año tras año en aquellos individuos examinados repetidamente a lo largo de su vida, aunque no todas las aves de mediana edad presentaban canas.
Esa diferencia permitió a los investigadores constatar una aparente ausencia de efecto de las canas sobre el camuflaje y la supervivencia de los chotacabras.
“Esto explica que el número de machos ‘canosos’ sea similar al de hembras pese a ser éstas mucho más susceptibles a la depredación debido a la necesidad de incubar”, ha explicado Camacho.
La aparición de leucismos es relativamente frecuente en aves de ciudad, mientras que en zonas no urbanas su frecuencia rara vez supera el 1 por ciento, aunque esta cifra asciende al 3 por ciento en los chotacabras de Doñana, lo que supone una de las tasas más altas del mundo para aves silvestres fuera de espacios urbanos.
“Desconocemos las causas exactas de esta elevada prevalencia, aunque quizás podría relacionarse con la exposición a pesticidas en las inmediaciones de las zonas agrícolas adonde acuden los chotacabras para alimentarse”, ha explicado en la misma nota Juan José Negro.