¿Pueden llegar a España?
Aunque en España no nos acechan estas peligrosas tormentas, sí nos afectan. Y lo hacen varias veces al año, porque al sur de la Península Ibérica tenemos el desierto más grande del mundo: el Sáhara. Y es aquí donde las tormentas de polvo y arena se originan con mayor frecuencia y virulencia.
De hecho, algunos de los episodios de calima o polvo en suspensión que cubren los cielos canarios o del sur de la Península son consecuencia directa de este fenómeno que avanza por el desierto cubriendo todo lo que encuentra a su paso de una capa de arena. Puede hacer desaparecer una carretera, paralizar una ciudad o inutilizar toda una red eléctrica.
Cuando se desatan estas violentas tormentas, la contaminación se dispara en las grandes ciudades aumentando los problemas respiratorios en poblaciones de riesgo. Si, se cumplen los pronósticos más agoreros del cambio climático, el sudeste español será cada vez más árido y desértico. Con el Sahara a nuestras puertas, este fenómeno podría ser cada vez más frecuente en determinadas regiones.
¿Cómo se forman?
Las tormentas del desierto se originan por la gran diferencia de temperatura que existe entre la superficie de la tierra, muy cálida, ya que estamos en regiones que alcanzan fácilmente más de 40 grados, y el aire frío de las capas altas de las atmósfera.
A ese gran contraste térmico tenemos que añadir el ingrediente principal: el polvo del desierto que arrastran estas masas. Para que toda esta ingente masa de arena se desplaza entra en juego otro factor: un sistema frontal que barre el aire cálido de la superficie y arrastre a lo largo de kilómetros la tormenta de arena generando vientos muy intensos con rachas huracanadas.
Ahora imagina un día muy ventoso en tu localidad y añádele millones de partículas de arena desplazadas por el viento y envolviéndolo todo a su paso dejando una visibilidad tan escasa que no puedas ver más allá de varios metros a tu alrededor. Esa es la tormenta de polvo y/o arena.
¿Cuál es la diferencia entre tormentas de polvo y arena?
A menudo utilizamos ambos de forman aleatoria y aunque el fenómeno es similar, el grano de las tormentas de polvo es más pequeño que el de las tormentas de arena, menos de 100 micras.
Por tanto, la concentración del polvo en suspensión en la primera es mayor y la nube es más densa y peligrosa que las tormentas de arena.
En cada región desértica o árida es un tipo de viento diferente el que impulsa el polvo o arena a lo largo de cientos o miles de kilómetros.
En nuestro caso, son los conocidos Alisios los que empujan estas masas de aire cálido cargadas de polvo del desierto hasta nuestro país. Ocurre especialmente en verano, aunque no exclusivamente. De hecho, existen registros en diferentes estaciones del año, sobre todo, en Canarias.
Un fenómeno meteorológico extremadamente peligroso
Aunque es imposible no admirarlo, lo cierto es que cruzarse en el camino de una potente tormenta de polvo o arena es un problema.
Algunos países invierten un presupuesto muy elevado en reacondicionar mobiliarios urbanos y despejar vías de comunicación enterradas y borradas del mapa tras el paso de una tormenta de estas características. Por ejemplo, las obras del AVE español a La Meca han sufrido más de un contratiempo a causa de este fenómeno. Los ingenieros que trabajan aquí recibieron un ultimátum de las autoridades de Arabia Saudita, ya que este contratiempo ha amenazado con hundir este faraónico proyecto en más de una ocasión.
Además, el asfalto de las autovías también desaparece bajo toneladas de arena. Despejar, limpiar y habilitar estas vías genera un agujero económico importante en países que pertenecen a regiones desérticas.
Si un conductor es sorprendido por una tormenta lo más aconsejable es detener el vehículo y permanecer en el interior del mismo hasta que la nube de polvo haya pasado. Si es posible, el mejor consejo es abandonar la ruta principal y buscar refugio seguro. El vehículo puede quedar inutilizado por las partículas de polvo y arena.
Cuando alcanzan las ciudades, pueden suponer un grave problema de salud pública porque afectan directamente a las vías respiratorias e impiden respirar con normalidad. Si es imprescindible salir a la calle, es necesario hacerlo cubierto, sobre todo, las fosas nasales. En ocasiones, se recubren con vaselina para evitar la sequedad que genera la nube de polvo.
Un fenómeno vital
Pero no todo es malo con las tormentas de arena. Las nubes de polvo del Sáhara, por ejemplo, cruzan miles de kilómetros atravesando el océano hasta alcanzar el otro lado del charco. Proporcionan una infinita cantidad de nutrientes que, por ejemplo, permiten que el pulmón del planeta, el Amazonas, se mantenga vivo. Gracias a este fenómeno, el equilibrio del planeta está asegurado.
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