Ya hemos hablado de ellos varias veces. Y nunca bien. La última, hace unos días, cuando la EFSA, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, alertaba sobre el bisfenol A presente en los envases alimentarios. Hablamos de los denominados ‘disruptores endocrinos’, y hoy lo hacemos por el riesgo que suponen otros de estos químicos: los PFAS presentes en los envases de comida rápida: cajas de pizza, envoltorios de sándwiches o hamburguesas, envases de ensaladas o bolsas de patatas, entre otros.
¿Riesgo por qué? Porque esos químicos tóxicos se pueden filtrar a los alimentos. “Pueden migrar”, advierten los científicos. Y de los alimentos, pasar a nuestro organismo, donde estas sustancias pueden acabar afectando a nuestro sistema inmunológico, metabólico y reproductivo. Pero esto no es nuevo. Que los PFAS son dañinos para nuestro organismo y para el medio ambiente se sabe hace décadas y cada vez son más las evidencias científicas al respecto.
En los últimos años se han retirado del mercado algunos de estas PFAS y se han reemplazado por PFAS poliméricos, compuestos que se cree que son más estables y, por lo tanto, tienen menos probabilidades de llegar a los alimentos. Pero ahora, un nuevo estudio constata que no, que llegan igual, y advierte de los riesgos para la salud de estos sustitutos.
Científicos canadienses han analizado las sustancias de 'perfluoroalquilo' y 'polifluoroalquilo' (PFAS) presentes en envases de alimentos utilizados en comidas rápidas. Publicaban sus resultados en marzo, y ahora, la revista estadounidense especializada en salud STAT se hace eco de ellos. “Este estudio muestra que no son tan seguros como pensábamos”, advierte en la revista una de sus autoras, Marta Venier, de la Escuela O'Neill de Asuntos Públicos y Ambientales (Universidad de Indiana, EE.UU.).
El problema es que el reemplazo de estas sustancias por otras, cada vez que una de ellas se prohíbe, se ha convertido en algo habitual entre los fabricantes de productos que utilizan PFAS. Quienes denuncian su toxicidad, y piden que se retiren definitivamente, aseguran que uno de los problemas es el enfoque reactivo de la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU.), que va muy por detrás de las evidencias científicas al respecto.
Para este nuevo estudio, una de las investigadoras canadienses se pasó semanas recorriendo Toronto, pidiendo a los restaurantes cosas como envoltorios de hamburguesas o sándwiches, envases de ensaladas, bolsas de patatas, de palomitas, de donuts... Todos reciclables, por cierto. Inmediatamente después de recibirlos, los selló en bolsas individuales y los llevó al laboratorio de la Universidad de Toronto. Enviaron muestras para analizar y se quedaron con el resto.
Para su sorpresa, cuando volvieron a analizar las muestras dos años después, la composición de los PFAS presentes en esos envases había cambiado. Y algunos habían desaparecido por completo, lo cual no parecía muy factible. A los PFAS se les denomina, de hecho, “químicos eternos”, porque son casi indestructibles: tardan miles de años en degradarse. Es decir, se quedan ahí, en el medio ambiente o en nuestro organismo, y sus efectos tóxicos se van acumulando.
¿Por qué se utilizan, entonces? Porque son muy buenos como repelentes del agua y del aceite, algo básico, por ejemplo, en los envases de comida rápida. “Pero los PFAS también son tóxicos”, como recuerda STAT. Son capaces de alterar el equilibrio hormonal de nuestro cuerpo. Y ello puede desembocar en problemas graves de salud, con cuyo incremento, de hecho, pueden estar relacionados. Hay estudios –cada vez más- que los relacionan con alteraciones endocrinas, deterioro de la calidad del semen, alteración de las hormonas sexuales, infertilidad, bajo peso en los neonatos, partos prematuros, alergias, obesidad o crecimiento de células cancerígenas, entre otras cosas.
“Nuestra hipótesis es que en realidad se volatilizan. Salen de los materiales de envasado de alimentos, saltan al aire. Y desde el aire, pasan al polvo”, explica Venier en STAT, sobre esa extraña "desaparición" de PFAS en su estudio sobre envases de comida rápida. "Esto es algo sorprendente. Esta podría ser otra vía de exposición a los PFAS que no habíamos considerado antes". El hecho de que estas sustancias puedan volatilizarse demuestra que, efectivamente, pueden migrar a los alimentos.
Pero no sólo se habían volatilizado los PFAS presentes en los envases de plástico, también en los de cartón reciclable, como bolsas de dulces, patatas o palomitas, por ejemplo. “Reemplazas un químico por otro, que inicialmente se pensó que sería mejor. Pero entonces nos damos cuenta: ¡Ups! No es mejor”, comenta Venier.
Expertos consultados por STAT advierten de que, aunque los estudios sobre la cantidad de PFAS que migra a los alimentos sugieren que los que están calientes y los que tienen un alto contenido de sal, grasa y ácido provocan una mayor migración de PFAS, nadie sabe qué sucede realmente con estas sustancias. Que están por todas partes.
Porque hablamos de miles de sustancias. Son casi 5.000 los PFAS conocidos, y se utilizan en industrias de todo tipo desde hace décadas. No es fácil regularlos, ni limitar su uso en la sociedad de consumo actual. A pesar de los daños que generan en nuestra salud y en el medio ambiente, porque están en los productos más cotidianos y no se eliminan. Llevamos décadas expuestos a ellos, desde mediados del siglo XX.
Hay tantas exposiciones a PFAS - a través de la ropa, el agua potable o los cosméticos, por ejemplo- que no sólo las personas que comen comida rápida tienen PFAS en el cuerpo. “En el caso de PFAS, todos somos parte del experimento”, asegura en STAT Laurel Schaider, investigadora en salud ambiental del Silent Spring Institute. "Las pruebas realizadas por los CDC han encontrado que más del 99% de los estadounidenses tienen PFAS en sus cuerpos".
El hecho es que una amplia investigación de Consumer Reports del año pasado también mostró que varias cadenas de comida rápida que afirmaban tener embalajes libres de PFAS todavía tenían restos de flúor en sus envases y envoltorios de alimentos. Burger King era uno de ellos. Esta cadena está inmersa en un proceso de eliminación gradual de PFAS que se prolongará hasta 2025. "Hemos logrado un progreso significativo hasta la fecha en nuestro objetivo de PFAS", aseguran a STAT.
Según Maricel Maffini, consultora independiente de salud ambiental y seguridad química, hay dos problemas con el procedimiento de la FDA para regular los aditivos alimentarios, que es de lo que hablamos (porque incluyen los envases y envoltorios de alimentos). En primer lugar, que se requieren muy pocos datos para demostrar que una sustancia es segura. En segundo lugar, que no existe un proceso para volver a revisar una sustancia si surgen nuevos datos relativos a su seguridad.
La EPA (Agencia de Protección Ambiental de EE.UU.) sí revisa cada pocos años sus estándares de contaminación ambiental para asegurarse de que las regulaciones estén actualizadas con la ciencia más reciente. Pero ese proceso no existe en la FDA. Varios de los PFAS que se utilizan en contacto con alimentos comenzaron a autorizarse en 1968. Desde entonces, la investigación sobre ellos comenzó a dispararse y, actualmente, la información científica al respecto no tiene nada que ver con la que había cuando se aprobó su uso.
“Fueron aprobados hace años, si no décadas, y probablemente con poca o ninguna información”, advierte Maffini. “Y ahora sabemos más: la ciencia avanza. Esas autorizaciones deben ser revocadas, o ser reevaluada su seguridad y sus condiciones de uso”.
La FDA asegura que su proceso de revisión está diseñado para priorizar la seguridad. “La FDA revisa nueva información científica para garantizar mejor que los usos autorizados de PFAS en sustancias en contacto con alimentos continúen siendo seguros”, asegura a STAT la agencia, en un comunicado. “Cuando la FDA identifica posibles problemas de seguridad, la agencia se asegura de que se aborden estos problemas o de que estas sustancias ya no se usen en aplicaciones de contacto con alimentos”. Y ponen como ejemplo de su buen funcionamiento la eliminación voluntaria de los denominados PFAS de cadena corta, un proceso que está en marcha y concluirá a finales de año.
Pero esto no tiene solución fácil. Ni rápida. Porque, a pesar de que cada vez son más los informes y estudios preocupantes sobre estas sustancias químicas que funcionan como disruptores endocrinos, pasan muchos años hasta que se traducen en medidas concretas de protección para los consumidores. ¿Qué podemos hacer mientras?
"Evitar utilizar productos de un solo uso y usar más recipientes de vidrio o cerámica", nos recuerda STAT. Pero “lamentablemente, no hay mucho más que hacer para protegerse de los PFAS en los envases de los alimentos”. “Estás en manos de la empresa que te vende la comida”, asegura Venier.