Un estudio liderado por la Universidad de Florida con peces millón (Poecilia reticulata), también conocidos como guppys, concluye que las hembras prefieren aparearse con machos de rasgos poco comunes. En consecuencia, su descendencia engendra un mayor número mensual de crías que sus congéneres.
Los resultados, que se publican en 'Science', muestran que frente a la idea de que la selección sexual reduce la variación genética, esta selección puede mantener la diversidad. “La variación genética es la materia prima de la evolución adaptativa”, subraya Tomos Potter, investigador de la Universidad de Florida y coautor del trabajo. “Las poblaciones con una gran diversidad suelen tener un mayor potencial de adaptación en respuesta a los cambios ambientales, por lo que son más resistentes al riesgo de extinción”.
La elección femenina desempeña un papel importante en la formación de las poblaciones. Se ha demostrado que, en muchas especies, las hembras prefieren a los machos con rasgos raros o poco comunes, pero la forma en que esta preferencia se mantiene a lo largo del tiempo sigue siendo una incógnita.
Potter comenta a 'SINC' que son las hembras quienes suelen elegir con quién reproducirse porque “se espera que el sexo que más invierte en la descendencia sea el más selectivo”. En este sentido, “los óvulos y los embarazos son mucho más costosos para la hembra que el esperma para el macho”. No obstante, “el equilibrio puede cambiar si los machos invierten mucho tiempo y energía en cuidar de los hijos”, destaca el genetista.
Por su parte, el investigador de la Universidad de California y coautor de trabajo, Jeffrey Arendt, explica que “una hembra solo tiene que aparearse una vez y todos sus huevos serán fecundados para una reproducción abundante. Si se aparea con un segundo macho, no importa porque sus huevos ya están fertilizados”. Esto no ocurre con los machos, ya que “pueden aparearse con tantas hembras como quieran y fecundar cada vez más huevos".
“Las hembras suelen seleccionar un rasgo sexual destacado, por ejemplo, colas más grandes, colores más brillantes, patrones más llamativos...", explica Potter en declaraciones a SINC. “Este tipo de selección direccional puede llevar a rasgos sexuales extremos, como la cola del pavo real”. No obstante, esta dinámica conduce con el tiempo a una homogeneidad en los rasgos de los sucesores.
“Si la selección direccional continúa indefinidamente, con el tiempo se perderá toda la variación genética, y sin variación genética entre la que elegir, también se perderá la preferencia femenina por ese rasgo”, señala el investigador. A este respecto, Arendt detalla que “los caracteres que las hembras eligen a menudo son comunes, pero las hembras no eligen esos caracteres porque sean habituales, se vuelven así porque ellas los eligen”.
Esta es la idea que subyace a la "paradoja del lek", que significa “juego” o “actividades placenteras” en sueco y que en etología se refiere al cortejo para el apareamiento: “¿Cómo puede mantenerse la selección sexual cuando esta erosiona la variación genética que requiere?”, se pregunta Potter. “Nuestro estudio muestra y explica un mecanismo a través del cual la sexualidad fuerte mantiene la variación genética en lugar de reducirla.”, añade.
Potter y sus colegas examinaron generaciones enteras de guppys trinitenses y descubrieron que las hembras tienen una clara preferencia por los machos raros y que adquieren un beneficio físico indirecto, a través de los hijos que producen, que son más atractivos para otros peces y engendran más crías al mes.
"Esta observación va en contra de las predicciones teóricas sostenidas durante mucho tiempo y pone de relieve la importancia de los estudios a largo plazo de poblaciones naturales para poner a prueba la teoría evolutiva", afirma el autor.
Sin embargo, a medida que los aspectos raros se hacen más frecuentes, este beneficio se disipa. Es decir, los rasgos vistosos en el padre acaban siendo comunes, lo que hace que los nietos sean menos preferidos. Los resultados muestran cómo puede mantenerse en las poblaciones la variación genética, clave para la diversidad y resistencia de las poblaciones naturales.
La selección sexual en seres humanos es mucho más compleja por “las enormes influencias culturales que dirigen la preferencia hacia una gran variedad de rasgos”, explica Arendt. “La investigación que conozco tiende a centrarse en los genes MHC, que son muy variables y afectan a la resistencia a las enfermedades”.
“Al casarte con alguien con un MHC poco común para tu población, tus hijos deberían tener una mayor resistencia a enfermedades y parásitos”, añade el genetista. “Parece que somos capaces de juzgar la rareza del MHC por cómo huele una persona, pero esto parece ocurrir principalmente de forma subconsciente”, matiza.
En cuanto a las injerencias culturales, Arendt destaca que “los habitantes de regiones donde todo el mundo tiene los ojos marrones no parecen preocuparse por el color de los ojos de sus posibles parejas”. “Qué rasgos concretos importan probablemente dependa del lugar del mundo en el que te encuentres”, concluye.