La idea ya la tuvo a principios de 1937 el ingeniero alemán Fritz Gosslau: misil con control remoto, no tripulado. Una “bomba robot” con alas, decían entonces. Un dron kamikaze, lo llaman ahora. Esa idea se concretó en los misiles V-1 con los que los nazis aterrorizaron a los ingleses al final de la Segunda Guerra Mundial. Este arma llegó tarde y no cambió el curso de la contienda, pero se ensañó con los civiles. El pasado que recuerda a lo que hoy sucede en Ucrania, pero al mismo tiempo la guerra de Putin es el primer ensayo de las guerras futuro.
Los enjambres de decenas o cientos de drones coordinados para atacar un objetivo no son un invento de Tony Stark en una película de Marvel. Desde hace años, la industria militar trabaja en ello. Pero lo que vemos en Ucrania es una versión de serie B.
Rusia ha sustituido el uso de los misiles de crucero por los drones iraníes Shahed (“mártir”, en farsi) porque puede disparar más a un precio mucho más barato. “Rusia tiene ya pocos misiles de crucero. Cada uno cuesta entre uno y tres millones de dólares. Por ese dinero puedes enviar muchos Shahed 136”, explica el experto de la Revista Ejércitos Guillermo Pulido. “Es el armamento del pobre frente a otros misiles más precisos. Cuestan 20.000 dólares cada uno. Son más caros los misiles IRIS-T que se usan para derribarlos, que cuestan 150.000 dólares”, resume el analista Juanjo Fernández.
Si Moscú se ha decidido por este arma es porque ha fracasado en su intento de tener superioridad aérea en Ucrania al principio de la guerra. Si sus aviones no pueden realizar bombarderos sin ser derribados, la mejor alternativa son los misiles de crucero. Pero ya escasean y son caros.
“Es difícil golpear objetivos importantes con estos drones”, comenta a Associated Press el investigador ucraniano Mykola Bielieskov. Los Shahed sólo pueden cargarse con 50 kilos de explosivos (frente a los 480 de un misil). Pueden servir para destruir una subestación eléctrica o un depósito de agua, pero no una central nuclear.
Además, son poco precisos y relativamente fáciles de derribar. Vuelan bajo y despacio, a poco más de 150 kilómetros por hora. Miden 3,5 metros de largo y 2,5 de ancho, en una forma triangular. El motor hace mucho ruido y se les oye llegar. El alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, ha contado cómo algunos han sido derribados simplemente con disparos de kalashnikov. En el ataque del pasado lunes, 23 de 28 drones fueron neutralizados antes de atacar un solo objetivo.
¿Por qué se usan entonces? El Ejército ucraniano sabe combatirlos, pero los civiles no. Son drones sin potencia suficiente contra un objetivo militar, pero letales contra un bloque de viviendas. Éste es el uso que le está dando Rusia. “Es ideal como campaña de terror para la población”, concluye Juanjo Fernández.
Los militares rusos están lanzando los drones en oleadas, en algunos casos de seis en seis, sabiendo que la mayoría serán derribados. Pero así se cumple el objetivo de saturar las defensas antiaéreas ucranianas. “Si todas defensas se dedican a derribar los Shahed, al final se agotan los misiles antiaéreos y los aire-aire de los cazas. Entonces ya podría entrar detrás la aviación rusa y dejar caer sus bombas”, comenta Pulido.
Los destrozos que han causado en la infraestructura eléctrica son reparables, pero también podrán a prueba la capacidad de Ucrania y mientras se restablece el servicio, miles de personas sufrirán por no tener electricidad.
En la actualidad hay varios sistemas diseñados para derribar drones, no sólo los rudimentarios Shahed, también otros más sofisticados. Varios países los han desarrollado y en la última cumbre de la OTAN, celebrada en Madrid, los estados mostraron interés por este tipo de defensas.
En España, el sistema CERVUS III es capaz de identificar, seguir y derribar un dron, según explican a NIUS desde Escribano M&E, una de las empresas que participa en el proyecto. CERVUS III puede detector un dron en un perímetro de 500 metros y seguirlo hasta que está al alcance de sus cañones, capaces de realizar hasta 6.000 disparos por minuto. Esta estación de armas ya está integrada en los vehículos 8x8 Dragon del Ejército español.
Además de disparar al dron, existe la posibilidad de interferir su GPS para neutralizarlo. Y en Estados Unidos se han desarrollado los drones antidrones, como los Coyote, capaces de interceptarlos en el aire.
Lo que estamos viendo en Ucrania es sólo un avance. Los drones Shahed se envían en oleadas, pero no parecen estar coordinados entre ellos, en forma de enjambres, para atacar sus objetivos. “No se sabe exactamente qué sensores tienen y cómo se guían los Shahed. Se ha dicho que sólo se guían por GPS, pero también que tienen cierta coordinación y que algunos hacen de señuelo para las defensas antiaéreas para que otros vayan detrás. Incluso se ha barajado que en algunos casos se han combinado con drones no kamikazes y teledirigidos”, comenta Pulido.
Todas esas opciones ayudan a barruntar las posibilidades que abren los drones en las próximas guerras. Pero en ésta sólo reflejan el agotamiento de Rusia, el empeño de Putin por mantener cierta potencia de fuego, aunque no sea muy eficaz. En la Segunda Guerra Mundial, Hitler lanzó 6.000 V-1 contra Londres y ni la mitad impactó en un objetivo. Ochenta años después, el precio permite lanzar muchos más Shahed, pero sin mejorar el acierto. Como entonces lo pagarán los civiles. Juanjo Fernández lo resume así: “No va a cambiar el curso de la guerra, pero va a dar dolores de cabeza a Ucrania”.