Cuando se le pregunta sobre el futuro de la especie, Emiliano Bruner (Roma, 1972) se muestra más partidario de hablar de hipótesis que de responder con certezas. Aunque sí hay una cosa que tiene clara: el ser humano va a acabar extinguiéndose, lo que no se sabe es el cuándo o el cómo así que "no hay que tener prisa", ironiza.
Hace más de 20 años que este biólogo hizo su tesis en paleoneurobiología para tratar de reconstruir la anatomía del cerebro de las especies fósiles y comprender así la evolución de su gran pasión: el cerebro humano. Décadas de investigación que le permiten realizar ciertas afirmaciones como que el mismo lóbulo parietal que ha posibilitado la evolución de Homo sapiens puede ser en parte el responsable de enfermedades como el Alzheimer o la ansiedad y la depresión. Una pandemia que no es nueva, sino que tiene miles de años, asegura el hoy responsable del laboratorio de paleoneurobiología de homínidos en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), en Burgos.
Pregunta: ¿Cómo ha llegado el ser humano hasta aquí?
Respuesta: Bueno, parte de las respuestas se encuentran en la anatomía del cerebro. Hace dos millones de años, cuando empieza el género Homo, el género humano, se dan muchos cambios físicos y de comportamiento que delatan una mayor capacidad cognitiva de estas nuevas especies, a veces asociada a un aumento de todo el tamaño cerebral. Luego, mucho más tarde, digamos hace unos 100-200 mil años, a nivel anatómico se nota un cierto desarrollo de los lóbulos parietales del cerebro, en neandertales pero, paralelamente y de forma mucho más evidente, en nuestra especie, Homo sapiens.
P. Y ¿cuáles son las funciones de esa parte del cerebro?
R. Una función importante del lóbulo parietal es la que se llama la integración viso-espacial. Coordina el cuerpo con las informaciones que vienen del espacio que le rodea. Hasta hace poco, estas funciones no se habían estudiado con detalle porque parecía una cosa muy básica, cualquier perro sabe esquivar una farola, pero luego se ha descubierto que no es así, que es uno de los principios base de la consciencia, de la capacidad de imaginación, de la capacidad de decisión y de predicción.
Las funciones viso-espaciales son las bases de la integración entre cerebro, cuerpo y herramientas. Una cosa sencilla como la gestión espacial de tu propio cuerpo se demuestra como uno de los comportamientos más complejos de nuestra propia especie, tanto que hoy en día el gran reto de la robótica no es el cálculo o la memoria, sino el movimiento del cuerpo. Algo que parecía tan básico resulta lo más complicado a nivel cognitivo y es la base de muchísimas cosas fundamentales para Homo sapiens, incluso su evolución tecnológica y social.
P. O sea que el lóbulo parietal otorga súper poderes...
R. Sí, nuestro lóbulo parietal nos permite imaginar visualmente, nos permite recordar y nos permite prever. Somos los mejores en manejar el pasado y el futuro y eso es también porque tenemos una capacidad viso-espacial muy desarrollada. Somos capaces de imaginar visualmente lo que pasó ayer, hace cinco años, 10 o lo que puede pasar dentro de cinco minutos o dentro de un año. Esto es un súper poder asombroso.
La hipótesis que manejamos es que la capacidad de integrar el cuerpo con el ambiente ha sido tan fuerte que hemos evolucionado una capacidad de delegar funciones cerebrales a la tecnología. Hemos empezado a ser capaces de conectarnos con nuestros cuerpos a nuestras herramientas, expandiendo nuestras capacidades cognitivas fuera del cuerpo porque nuestra capacidad mental ya no cabe en el cráneo, ya está mucho más allá de la piel, el desarrollo tecnológico lo evidencia.
P. ¿Esto nos podría restar inteligencia?
R. La tecnología no nos va a hacer más tontos, sino más capaces, aunque también más dependientes de la misma. Existe un vínculo definitivo entre nuestro cerebro, nuestro cuerpo y nuestras herramientas, de forma que lo que evoluciona ya no es solo el individuo, sino toda esta red de cuerpo y tecnología. Por lo que podemos inferir a través de las evidencias arqueológicas, este proceso, de forma tan patente, lo vemos solo en Homo sapiens.
Estos lóbulos parietales por un lado nos dan súper poderes, pero por otro conllevan riesgos. Hay que aprender a gestionar este recurso porque si no esta gran capacidad de imaginación se traduce en sufrimiento infinito.
P. Súper poderes que tienen una cara b.
R. Exacto. Incluso a nivel anatómico. Por ejemplo, un punto donde el cerebro acumula calor es precisamente en la base de los lóbulos parietales que, mira tú por dónde, es una de las primeras regiones afectadas por la enfermedad de Alzheimer. Una enfermedad que tenemos solo nosotros, Homo sapiens, y que se registra en una zona anatómicamente exclusiva de nuestra especie. Nuestra hipótesis es que estas grandes zonas del cerebro no tienen además muchos vasos sanguíneos, por lo que no hay una buena regulación térmica y puede aumentar el riesgo de sufrir daños metabólicos.
La evolución se produce así, nada es todo bueno o todo malo, todo es un equilibrio entre lo bueno y lo malo y al final lo que cuenta es la capacidad reproductiva. Además de limitaciones anatómicas hay también una contrapartida psicológica. Tener unos lóbulos parietales tan grandes permite visualizar el pasado o el futuro, pero acabamos olvidándonos del presente. El ser humano vive entre recuerdos y dolores del pasado y miedos e incertidumbres del futuro y esto nos lleva a un terreno de sufrimiento constante. Siempre está pensando en lo que ha sido y en lo que podría ser.
P. ¿De ahí la cuestión de la meditación en neandertales?
R. Sí. Todas las sociedades del mundo han propuesto técnicas parecidas a la meditación para hacer un entrenamiento mental y redimensionar esta burbuja del pasado y del futuro. El lóbulo parietal nos ha dado la gran capacidad de imaginación visual que nos distrae, que nos lleva a rumiar y a sufrir constantemente entre pasado y futuro, pero también nos ha dado la capacidad de centrarnos y focalizar la atención. En este sentido, nos preguntamos si un neandertal sería capaz de meditar. Evidentemente, era una pregunta provocativa,aunque es improbable que tuviera la capacidad de centrar la atención como podemos hacer nosotros, por lo menos si consideramos las evidencias paleoantropológicas. Hay que decir que probablemente tampoco la necesitaba porque, si no tenía esta gran capacidad de proyección en el pasado o en el futuro, ¡tampoco se estresaba tanto!
P. El estrés, la ansiedad y la depresión son hoy una pandemia, pero usted sostiene que no es de ahora.
R. Si leemos los escritos del yoga, del zen, de los estoicos en la antigua Grecia o de los filósofos europeos, vemos que esta pandemia de estrés, ansiedad y depresión siempre ha existido. No creo yo que un campesino de la época medieval estuviera más relajado y tranquilo. El sufrimiento psicológico nació con Homo sapiens que, siendo capaz de proyectar imágenes, conceptos y palabras en el pasado y en el futuro, se pierde en elucubraciones y al final acaba dedicando su vida a las preocupaciones.
Una de las proyecciones futuras que determina mucho de nuestra ansiedad es la de la muerte. El miedo a la muerte es común y, como decía Woody Allen, desde que el hombre descubre que tendrá que morir vive mucho menos tranquilo. En el momento en el que el ser humano es consciente de que existe la muerte empieza a preocuparse y ello no le permite vivir y disfrutar del momento presente.
P. Aunque la muerte es una de las pocas certezas de la vida...
R: Sí, tan cierto como que nos vamos a extinguir. Todas las especies tienen un origen y un final. Ninguna especie es para siempre, también nosotros nos extinguiremos. Cuándo o por qué, no lo sabemos. Lo que es seguro es que nos extinguiremos, lo que digo yo es que no hay que tener prisa porque parece que estamos haciendo méritos. A nivel individual, descuidando nuestra su propia salud, y a nivel de especie maltratando a nuestro propio planeta.
El gran éxito evolutivo no es de nuestra especie, Homo sapiens, el gran éxito evolutivo es de las cucarachas, las medusas, los tiburones… Estas son las especies que han tenido gran éxito evolutivo, no nosotros que hemos aparecido hace solo 200.000 años y estamos ya llenos de fallos que no parecen propiciar una larga existencia en este planeta.