La encontrarán en las redes sociales como 'La Cazadora de Masías'. Marta Lloret (@martamasies) se ha convertido en todo un fenómeno en Twitter, donde acumula más de 30.000 seguidores. Su secreto: utilizar esta gran plataforma para "dar a conocer el enorme patrimonio cultural que nos rodea".
Su fijación son las típicas masías catalanas, construcciones rurales que tienen sus orígenes en las antiguas villas romanas. En Cataluña hay unas 20.000 masías y Marta reconoce que le quedan pocas por descubrir: "He visitado miles, intento ver una cada fin de semana".
Lleva tres años tratando de sensibilizar y compartir su interés por el patrimonio cultural a través de las redes, pero reconoce que se sigue sorprendiendo del interés que este tema suscita: "A la gente le gusta ir a ver monasterios y castillos, pero no me esperaba que también sintieran curiosidad por las masías".
¿Y cómo las encuentra? Su presencia en las redes ha hecho que muchos propietarios o incluso vecinos se hayan puesto en contacto con ella para mostrarle "auténticas joyas patrimoniales". También se deja guiar por su instinto: "Paseo por el territorio, consulto mapas y llamo puertas, como se ha hecho toda la vida".
Que tenga una historia. Es lo que busca Marta cuando visita una masía. “Hay tantas que me han marcado”, detalles arquitectónicos que permiten dejar volar la imaginación y dibujar las anécdotas y aventuras que han ocurrido durante siglos entre esas cuatro paredes.
Historias bonitas y otras que encogen el corazón, como una de las últimas que ha visitado. Una casa gestionada por la misma familia desde la época medieval y que ahora "han tenido que vender a unos extranjeros porque no se ven capaces de mantenerla económicamente".
También historias que la han marcado para siempre, como la de Rosa. A través de las redes sociales, se puso en contacto con ella para intentar encontrar una masía catalana donde su bisabuelo estuvo destinado y de la que solo conserva una foto.
La mujer llevaba años intentando identificar la ubicación y Marta consiguió saber de qué masía se trataba en tan solo diez minutos: El Puig de Malla. A los pocos días, Rosa visitó la masía donde su bisabuelo pasó su juventud y le envió una foto a la cazadora de masías como muestra de agradecimiento.
Detrás de su nombre artístico, otra historia. Así la llamaba un compañero de trabajo al ver la pasión y el empeño que la joven ponía en la búsqueda y conservación de estas construcciones: “Tú lo que haces es cazar masías, me repetía siempre que nos tocaba trabajar juntos”.
“Es una definición que me recuerda a mi manera de asaltar las casas, las devoro”. Marta reconoce que es una persona muy tímida pero que cuando entra en una masía se transforma: “Lo primero que hago es escuchar a los que viven ahí y dejar que me guíen”.
La cazadora de masías se ha convertido ahora en un proyecto mucho más ambicioso. Marta ha aprovechado el altavoz que le han brindado las redes sociales para poner en contacto a propietarios de masías con inquilinos que quieren gestionarlas.
De nuevo, el recibimiento del proyecto ‘Masiaire’, así lo ha llamado, ha sido una sorpresa para ella: “Tenemos 800 solicitudes de personas que quieren ir a vivir a una masía”. Es un proceso lento, reconoce, porque antes de poner en contacto a las dos partes, ella misma se encarga de hacer una entrevista a los posibles inquilinos para comprobar si encajan o no.
Familias que viven en la ciudad y quieren irse al campo, pastores con su propio rebaño, jóvenes que no quieren vivir en un piso, colectivos que quieren montar cooperativas. El perfil del solicitante es muy diverso, pero el requisito siempre es el mismo: el compromiso de mantener y ayudar a preservar "un patrimonio muy valioso", las masías catalanas.