Jordi lleva desde 2007 trabajando de funcionario de prisiones. Asegura que es un "trabajo peculiar" y que le gusta ejercerlo a pesar de tener que vivir a diario situaciones surrealistas. Su misión es hacer cumplir la vida y convivencia entre "personas que la sociedad no quiere tener en la calle", algo que en ocasiones se vuelve toda una odisea.
La cárcel tarraconense de Mas d'Enric ha visto aumentar paulatinamente el número de internos desde su apertura en noviembre de 2015. Durante los primeros años había unos 400 y ahora ya son cerca de 800 los hombres que cumplen condena en este centro penitenciario. Este crecimiento ha hecho aumentar inevitablemente la cifra de agresiones de presos a funcionarios y aunque "no es de las cárceles más peligrosas", los trabajadores sufren una media de veinte agresiones físicas cada año.
Según Jordi, en lo que llevamos de 2021 se han producido cinco ataques graves a trabajadores, sin contar las numerosas vejaciones, faltas de respeto y agresiones psicológicas que "son el orden del día", sobre todo para las trabajadoras, que "son las que más sufren". El colectivo se siente desamparado ante estas situaciones y asegura que los internos se creen completamente impunes porque las sanciones que les ponen son "irrisorias" y "ridículas".
PREGUNTA. Varios sindicatos de funcionarios de prisiones alertan de que con el aumento de internos han aumentado también las agresiones de presos a funcionarios. ¿Se siente seguro en su trabajo?
RESPUESTA. Nos sentimos seguros gracias a la profesionalidad de los funcionarios y al buen hacer de los trabajadores en los módulos. Pero no nos sentimos respaldados por la dirección general porque las sanciones que les imponen a los internos si nos agreden o nos amenazan son irrisorias, ridículas. Nos encontramos desamparados para hacer cumplir la vida y convivencia en los módulos de vida ordinaria.
P. ¿Usted también cree que se ha incrementado la inseguridad en los centros penitenciarios?
R. Siempre ha habido agresiones, pero en nuestro centro ahora hay más internos que cuando se abrió en 2015, cosa que inevitablemente hace aumentar la cifra de agresiones. Los primeros tres años la cifra de internos era de 400-500 pero ahora estamos ya casi en 800. Evidentemente si subes el nivel de internos también hay más agresiones. Siempre ha habido agresiones, pero si son más violentas o menos violentas depende de los internos.
P. En Mas d’Enric, ¿cuántos ataques a trabajadores penitenciarios se han dado en lo que llevamos de año?
R. En lo que llevamos de año, lo que son agresiones físicas a funcionarios, hemos contabilizado cinco, pero las agresiones verbales y psicológicas a trabajadores están a la orden del día. Se sienten completamente impunes a no respetarnos, debido a la mala praxis. No tienen sanciones ejemplares ni les supone nada en su condena agredirnos.
P. ¿Cree que ocurre de igual forma en el resto de los centros penitenciarios de Cataluña?
R. Depende del centro. En función de la peligrosidad del preso se le pone en un centro u otro. Por lo tanto, hay prisiones que son más complicadas que otras. En otras cárceles como puede ser Cuatre Camins, Brians 2 o Brians 1, el tipo de agresiones es mucho peor. Yo he trabajado en Cuatre Camins y el mecanismo es distinto. El perfil del interno es más peligroso, pero también se mezclan todos. Por lo tanto, un interno se puede volver violento en cualquier momento, independientemente del delito que haya cometido.
P. ¿Qué tipo de agresiones son las más habituales?
R. Empujones, puñetazos y, por supuesto, las agresiones psicológicas. Siempre ocurre cuando no consiguen lo que quieren. A veces tenemos que aislarlos porque han alterado un módulo y necesitamos pedir refuerzos porque si no es imposible. Por ejemplo, los internos tienen derecho a tener una televisión en la celda, pero se la tienen que comprar ellos, no se la tiene que facilitar el centro. Si trabajas en el centro puedes pagarte una televisión y si estas en el módulo ordinario puedes tenerla. Lo que ocurre es que cuando no lo consiguen se alteran y ya hay problema. Estas situaciones acaban en agresiones físicas.
P. Imagino que las agresiones hacia las funcionarias mujeres se acentúan todavía más…
R. Ahora hay un 40% de funcionarias y evidentemente lo pueden sufrir más. Hay internos que las respetan y no hay ningún problema, pero dependiendo del tipo de perfil del interno y del tipo de religión hace que estos internos no puedan asumir que les manda una mujer. Les cuesta asumir las órdenes de una mujer, ya sea para entrar al comedor o limpiar una celda. Tienen que aguantar muchas vejaciones nuestras compañeras.
P. ¿Y estás agresiones quedan impunes?
R. A principios de año la dirección general sacó una nueva instrucción que es la 2.2021 que ha hecho que tengamos que ser más asertivos con los internos. Las directrices que nos marcan desde arriba es que seamos más laxos y que dialoguemos, pero a veces es imposible. Hay internos muy alterados que alteran la convivencia en los módulos, te insultan, consumen drogas dentro de los centros penitenciarios...
P. No debe ser fácil…
R. Nos sentimos complemente desamparados delante de este tipo de agresiones. Los funcionarios están desanimados y desmotivados para realizar su trabajo. La mayoría de los internos sí que se quieren integrar y quieren hacer una vida ordinaria, pero hay siempre un tipo de interno que no se quiere adaptar.
P. España es el único país de la Unión Europea que no os reconoce como agentes de la autoridad ¿Cree que la solución sería que se les considere como tal para poder judicializar las agresiones?
R. La solución definitiva seguro que no porque también tenemos el problema en la calle. De policías o médicos agredidos evidentemente que los hay. Pero al menos, si fuéramos agentes de la autoridad, nos sentiríamos más respaldados delante de esta situación. Los internos violentos tienen claro que agredirnos no les supone nada en su condena, por lo tanto, les da igual estar en un módulo ordinario que en un módulo de aislamiento. Se creen inmunes, pero si agredir perjudicará sobre su condena, algunos (no todos) se lo pensarían dos veces.
P. ¿Incrementar las sanciones sería la única solución?
R. Es una solución, pero no la única. Otro de los problemas que tenemos es que la mayoría de los trabajadores de la plantilla en Cataluña tiene más de 55 años. No se convocan oposiciones desde el 2010, a diferencia que en otras comunidades que se convocan cada año. Tenemos una interinidad muy elevada y los funcionarios se mueven mucho. Estamos en el patio con compañeros de 60 años que se tienen que hacer cargo de más de 100 internos.
P. ¿Existe apoyo psicológico para los trabajadores?
R. Cuando hay un tipo de agresión vas a la mutua, pero como siempre solo buscan que pidas el alta. Hay apoyo psicológico, pero es irrisorio. Somos más de 6.000 funcionarios y hay solo 1 o 2 personas para tratar estos casos. Hay casos graves, situaciones de mucho estrés y competitividad. Aquí trabajamos con un perfil de personas que la sociedad no quiere tener en la calle y no estamos protegidos.
P. Decías que muchos trabajadores están desmotivados. ¿Qué ocurre cuando llegan a situaciones límite?
R. Piden cambio de modulo, estar en la puerta de acceso o incluso a cambiar de departamento. Siendo funcionario puedes acceder a oficinas o tener una segunda actividad, pero no hay sitio para todos. También pedimos la jubilación anticipada y no hay manera, mientras que en otros departamentos como médicos, policías, profesores sí que lo tienen. En las oficinas y accesos no hay tantos problemas, pero en los patios de los módulos es complicado trabajar.
P. ¿La pandemia y el confinamiento ha agravado la agresividad en los centros?
R. El nerviosísimo y la agresividad de los presos se ha incrementado bastante con la pandemia. Al principio de marzo de 2020 nos prohibieron entrar a trabajar con mascarilla porque decían que alteraríamos la convivencia de los internos, que les causaría un gran estrés. Hubo bastantes módulos aislados e internos confinados en celdas. En el módulo donde yo estaba hubo un fallecido por covid y tuvieron que llevarse dos internos al hospital. Durante el confinamiento, cuando abrías las celdas, era igual que si tuvieras las fieras en una jaula. Lo único que suavizó la situación fue habilitar las videollamadas con las familias.
P. ¿Le gusta su trabajo?
R. Llevo trabajando en esto desde 2007 por suerte y es una faena peculiar. En Cataluña tenemos un acercamiento y trato directo con el preso. Hablamos con ellos, les explicamos todo, les ayudamos en lo que nos piden. Aquí el centro penitenciario es un centro de reinserción, se intenta reinsertar al preso. Yo me encuentro muchos internos por la calle y no hay ningún problema. Con la mayoría no tienes ningún problema ni me dan miedo. Lo que hay que hacer es mantener el anonimato, evitar dar detalles de la familia o de dónde vives, aunque al final si quieren saberlo lo pueden saber.