El preso que mató a la cocinera de Mas d'Enric tenía pendiente una sanción por pegar a otro recluso
La sanción de 11 días en aislamiento por dar un puñetazo estaba pendiente de cumplirse porque estaba en lista de espera
El preso estuvo dos meses apartado de la cocina y se valoró que el puñetazo fue "un incidente aislado en su trayectoria penitenciaria"
Asesinato en la prisión de Mas d'Enric: ¿por qué la jefa de cocina y el preso estaban solos?
El preso que mató a la jefa de cocina de la prisión de Mas d'Enric (Tarragona) tenía pendiente una sanción de 11 días en aislamiento por dar un puñetazo a otro recluso que lo había insultado el 31 de octubre de 2023.
La consellera de Justicia, Derechos y Memoria de la Generalitat, Gemma Ubasart ha señalado que este fue "el único incidente que protagonizó el interno en toda su trayectoria penitenciaria". Es decir, desde abril de 2016, cuando fue encarcelado a la espera de juicio por el crimen por el que fue condenado en junio de 2018.
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Tras el puñetazo, "inmediatamente se hizo responsable de la situación ante los funcionarios sin presentar ninguna actitud violenta u hostil" contra ellos, y el mismo día se le aplicó una medida cautelar de aislamiento durante esa jornada.
Sanción sin ejecutar
Después se le cambió de módulo y la comisión disciplinaria decidió el 14 de diciembre de 2023 sancionarlo con 11 días de aislamiento en la celda, una sanción que no se había ejecutado cuando mató a la jefa de cocina la semana pasada.
Tras la agresión al otro preso pasó dos meses apartado de la cocina, y la sanción en aislamiento estaba pendiente de cumplirse porque estaba en lista de espera, y el preso no había recurrido la sanción, han aclarado fuentes de la Conselleria.
Durante los cinco meses siguientes no mostró ninguna conducta hostil ni violenta contra otro preso o trabajador hasta el miércoles de la semana pasada, y se valoró que el puñetazo a otro recluso fue un "incidente aislado y excepcional en toda su trayectoria penitenciaria".
Persona "digna de confianza"
Ubasart ha explicado que desde que entró en prisión reconoció el crimen del que se lo acusaba (confesó matar a una prostituta a cuchillada), se mostraba arrepentido aunque dijo no recordar nada porque estaba ebrio, y por su buena conducta en prisión "se le consideraba una persona digna de confianza y muy buena trabajadora".
Ha detallado que era "una persona educada, correcta en el trato, reservada, con poca interacción con el resto de internos del centro", sin problemas de salud mental y que siempre registró el nivel más alto en las valoraciones del sistema de evaluación y motivación por su rendimiento, dedicación y conducta.
Desde que entró a prisión en abril de 2016 hasta febrero de 2018 trabajó en talleres productivos de la prisión y acudió a actividades artísticas y de deporte, unas clases en las que los trabajadores no notaron "ninguna dificultad en control de impulsos ni ninguna conducta violenta".
Después pasó a trabajar en la cocina, continuó con los talleres artísticos y siguió un programa de alcoholismo, pero rechazó participar en otras actividades psicosociales, lo que le supone que no pudo progresar a tercer grado, y expresó que no tenía apoyo familiar o social fuera de prisión y por tanto tampoco incentivos para conseguir permisos o la semilibertad.
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