El cierre de un restaurante en una cima de Barcelona: la última comida de altura transportada por mulas

En lo más alto de la Mola, la cima del parque natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac (Barcelona), un restaurante histórico bajará las persianas tras 57 años en activo. También sus mulas, las encargadas de abastecer a los comensales del establecimiento a 1.104 metros de altitud.

Un adiós que se produce hoy lunes 22 de enero, el día que termina la concesión del restaurante ubicado en un monasterio benedictino del siglo XI, protegido como Bien Cultural de Interés Nacional.

Los actuales propietarios han intentado por todas las vías evitar la clausura, pero la Diputación de Barcelona tiene otros planes para "potenciar la educación ambiental y la promoción del patrimonio histórico", que pasan por cerrar el restaurante al que no se puede acceder con vehículos motorizados.

Precisamente, el ente ha presentado un plan de futuro sostenible para la cumbre dela Mola, con una inversión de 2,6 millones de euros hasta 2026, que pretende mejorar el estado de conservación del espacio y reducir la masificación en una montaña que 177.000 personas visitan anualmente.

El conjunto monumental, que ha acogido hasta la fecha los servicios de restauración, de información y de divulgación cultural y ambiental, se sitúa en una superficie de suelo protegido, de alto interés arqueológico y paleontológico, que está "actualmente muy degradado", según detalla la Diputación de Barcelona.

Una situación que "ha incidido en la erosión del suelo, con impactos negativos en los ecosistemas naturales", debido a la aglomeración de gente y el tráfico de animales de carga, para transportar las mercancías hasta la cumbre.

"Los equipamientos cuentan con unas infraestructuras de producción de energía obsoletas, que funcionan con combustibles fósiles, y el espacio no dispone de un sistema de abastecimiento de agua con suficiente capacidad para hacer frente a los episodios de sequía", indica la Diputación de Barcelona.

Esta problemática ha supuesto un jarro de agua fría para el restaurante, que presentó a la Diputación unas 15.000 firmas para evitar el cierre. Sin embargo, el esfuerzo ha quedado en vano.

"Han conseguido que 20 familias se queden en la calle. Que las mulas y los burros no sepan cuál será su destino y que el entorno quede sin vigilancia", lamentan los propietarios tras décadas al frente de un restaurante histórico.

Futuro de la Mola

El nuevo plan prevé disminuir un 44% de la demanda energética, un 61% el consumo de agua, un 90% el volumen de mercancías y un 95% los desperdicios, cifras que comportarán la reducción del número de transportes.

El calendario de trabajo se inicia el 23 de enero con la revisión, acondicionamiento y mejora de espacios y elementos.

Los puntos que se mantienen abiertos son la iglesia, la sala mirador y el patio del recinto, y se siguen prestando los servicios de información a los visitantes, recogida de residuos, seguridad del recinto, servicio de aseos y limpieza y mantenimiento del sistema de aguas residuales.

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