Investigadores de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) han identificado una asociación vírica inédita, en la que un virus se adhiere al cuello de otro para poder introducirse en el organismo huésped y replicar su material genético.
Las células de organismos como las bacterias o las plantas pueden ser infectadas por algunos virus, llamados satélites, que necesitan el material genético de otros virus, denominados ayudantes, para replicarse y propagarse.
Esta relación requiere que estén próximos mientras dura el proceso, pero hasta ahora no se conocía ningún caso en el que un satélite se hubiera unido a su virus ayudante y tampoco se había visto esta adhesión en ningún otro tipo de virus.
El estudio, en el que también han participado dos universidades estadounidenses, se ha publicado en el Journal of the International Society for Microbial Ecology y describe la primera observación de un virus satélite que se adhiere sistemáticamente a su ayudante.
El hallazgo se ha realizado en bacteriófagos (virus que infectan a las células bacterianas) de la bacteria del suelo Streptomyces scabiei, en el que han descubierto que el bacteriófago satélite se adhiere al cuello del virus ayudante, en la zona donde la cápside del virus se une a la cola.
En las imágenes de microscopía electrónica de transmisión (MET) observadas por Tagide deCarvalho, investigadora de la UMBC y primera autora del estudio, el 80 % de los bacteriófagos ayudantes (40 de 50) tenían un satélite unido al cuello. Otros mostraban remanentes del satélite en el cuello, "a modo de marcas de mordedura"», según los investigadores.
Según el estudio, la mayoría de virus satélites cuentan con genes que les permiten integrarse en el material genético de la célula huésped y permanecer latente allí, a la espera de que entre un virus ayudante para empezar a reproducirse.
La célula huésped copia entonces el ADN del virus satélite junto con el suyo a la hora de dividirse. "Que el virus satélite se adhiera físicamente al virus ayudante cobra entonces todo el sentido", apunta Ivan Erill, que coordina el trabajo y es bioinformático investigador de la UMBC y del Departamento de Ingeniería de la Información y de las Comunicaciones de la UAB.
"Nuestra hipótesis es que al no poder integrarse en el ADN de la célula huésped, debe estar lo más cerca posible de su ayudante para poder entrar en la célula y sobrevivir. ¿Y qué mejor manera de garantizar esto que engancharse al cuello de su ayudante? Hemos observado que ha desarrollado un corto apéndice que le podría servir para ello", añade.
El nuevo bacteriófago satélite y su ayudante han sido denominados, respectivamente, MiniFlayer y MindFlayer por los estudiantes de grado participantes en el estudio. Ambos virus habrían coevolucionado durante, al menos, 100 millones de años, según los estudios bioinformáticos realizados.
El satélite habría estado durante todo este tiempo sintonizando y optimizando su genoma para asociarse a su ayudante. El próximo paso del estudio será intentar averiguar cómo se adhiere el satélite y cuán común puede ser este fenómeno.
"Es posible que en el pasado se haya asumido que varios satélites como el identificado ahora eran simplemente contaminantes en muestras de sus ayudantes. Podría haber entonces muchos más casos de este tipo de relación esperando a ser descubierto", concluyen.
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