Carles Vallejo, sindicalista que denuncia torturas de la policía franquista en Barcelona: "Hay daños irreparables"

El pronunciamiento de la Fiscalía a favor de investigar los crímenes de lesa humanidad y de las torturas de la policía franquista es "un primer paso" que celebra con cautela Carles Vallejo, el sindicalista que presentó una querella al sufrir el martirio físico y psicológico por parte de seis policías en la comisaría de la Via Laietana de Barcelona en los años 70.

Un "agujero negro" para el sindicalista, víctima de torturas durante 20 días, que cuenta con el apoyo del Ministerio Público al pedir que investiguen su caso, invocando por primera vez la nueva Ley de Memoria Democrática, y abriendo la puerta a indagar crímenes de la dictadura que la Ley de Amnistía impedía perseguir.

El dictamen de la fiscal se ha convertido en un triunfo parcial para las víctimas de la represión como Carles. "Refuerza el planteamiento de la querella. Mi caso es uno dentro de miles y puede abrir el camino para que se puedan presentar otras querellas. Tiene más valor pedagógico y de cultura democrática que de reparación porque hay daños irreparables, pero al menos que quede en evidencia la violencia intrínseca del franquismo para las personas que luchamos por tener lo que ahora es un derecho".

Explicar esta situación es hacer cultura democrática para las nuevas generaciones

En su caso, la mañana del 17 de diciembre de 1970 le cambió la vida por completo al ser detenido en la puerta de su casa en el Poblenou. "Mi delito fue tratar de organizar un sindicato democrático, cuando había un único sindicato vertical fascista, en la SEAT, donde trabajaba y tenía inquietudes para mejorar la situación que vivíamos".

Una detención por un delito que actualmente es un derecho constitucional. "Explicar esta situación es hacer cultura democrática para las nuevas generaciones". Él trató de huir, pero los agentes le alcanzaron de inmediato y el caos empezó de camino a la comisaría de Via Laietana. "Tuve la desgracia que era un estado de excepción, por lo que el límite de tiempo en manos de la policía era indefinido y normalmente eran 72 horas", recuerda el sindicalista, impotente ante las torturas sufridas por parte de seis policías.

El "agujero negro" entre rejas

"Empiezan las patadas, los golpes y los insultos en el coche. Luego bajas a un calabozo en el subterráneo y pierdes la noción del tiempo en plena oscuridad. No sabes si es el día o la noche. Estás solo sin poder acceder a familiares o abogados, con interrogatorios cada tres o cuatro horas. Así durante 20 días, pero podría haber sido un mes o dos meses".

En total 20 días, que podrían haber sido meses. "Es inexplicable expresar cómo vives una tortura, pero me siento con el deber del testimonio porque soy de las pocas personas que he sido capaz de hacerlo. Hago un esfuerzo y pienso en los que no pueden hablar, pero al fin y al cabo es entrar en un agujero negro".

Todo tipo de agresiones físicas y psicológicas, pero la peor tortura que Carles sufrió fue el tiempo que pasó entre rejas. "No dormía, había interrogatorios a todas horas. Acabé con todo el cuerpo amoratado. Incluso me amenazaron con dispararme. También estuve esposado en cuclillas con las manos debajo de las rodillas".

Todavía hay tiempo de una mínima reparación

Ese trauma acompaña de por vida al presidente de l'Associació Catalana d'Expresos Polítics del Franquisme. "Hay compañeros que no han sido capaces de superarlo. Yo tampoco, pero lo he hecho en el sentido de explicarme como deber de memoria en vez de saneamiento personal. Es algo que se queda dentro y nadie se ha preocupado de que tenemos ese trauma y necesitamos tratamiento psicológico".

El sindicalista lamenta que a las víctimas del franquismo no les ofrezcan este tipo de soporte, a diferencia de los que sufrieron los daños irreparables por el terrorismo yihadista o ETA. "Estamos en el olvido. Aunque sea tarde, todavía hay tiempo de una mínima reparación, aunque sea en los elementos más humanos. Ninguno se ha parado pensar que tenemos el trauma del sufrimiento de la tortura".

A pesar de ello, el optimismo siempre ha sido una signa de identidad para Carles. "Si no fuese así, difícilmente hubiésemos persistido en la lucha por la memoria democrática. Somos gente bregada en esta lucha y hemos tenido que basarnos en el optimismo de la voluntad. Pero me lo planteo en términos de una lucha por la memoria democrática y la justicia. Esto tiene tiempos personales e históricos, y en este caso casi son tiempos históricos, pero todo llega al final".