La cantidad de turistas en Barcelona causa molestias a los vecinos: "No hay dios que esté tranquilo"
Un vecino de Sagrada Familia lanzó cubos de agua y "un líquido corrosivo" a un autocar al que se subían turistas para protestar contra la masificación en el barrio
Coincidiendo con su Festa Major, el barrio de Gràcia se ha inundado de turistas, pero también de pintadas que los invitan a "marcharse a casa"
La turismofobia se apodera de las calles de Gràcia, en Barcelona: "Mata el barrio"
Al rededor de diez millones de turistas visitan Barcelona cada año, y una parte importante de ellos se concentran en los meses de verano. El discusión sobre el modelo turístico en la capital catalana está sobre la mesa desde hace años, mientras los vecinos, especialmente los de las zonas más concurridas de la ciudad, se debaten entre la idea de que el turismo es necesario para el crecimiento económico y el convencimiento de que hay que buscar alternativas a la masificación y transformación de los espacios.
Por excelencia, uno de los entornos con más afluencia turística en Barcelona es la Sagrada Familia, tal vez la obra más conocida del arquitecto catalán Antoni Gaudí. Decenas de autocares desembarcan ríos de visitantes cada día, a los que se suman los que acuden de manera independiente a pie, en metro y autobús. En total, más de 10.000 personas entran a la basílica diariamente, además de los que se acercan a verla desde fuera.
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El continuo trajín de gente resulta molesto para algunos vecinos: "Antes el tráfico era muy limitado, pero desde que nos han puesto las paradas de autobuses aquí al lado no hay dios que esté tranquilo", se queja Jordi, que ha vivido en el barrio de Sagrada Familia desde pequeño. Asegura que "cada tres minutos se baja un autocar de entre cuarenta y sesenta personas" en la esquina del bar al que suele ir a tomar café.
El pasado viernes, uno de sus vecinos se tomó la justicia por su parte y decidió protestar ante la cantidad de autocares que aparcan diariamente frente a su portal, en la calle Consell de Cent número 53, y tiró dos cubos de agua sobre un autocar que estaba estacionado recogiendo un grupo de turistas a los que había dejado unas horas antes para visitar la basílica. A continuación, lanzó un tercer cubo, esta vez de "un líquido corrosivo" que causó desperfectos en el autobús, aunque no daños estructurales, y "los clientes no notaron nada" por que casi todos habían subido ya al vehículo, explica Josep Viñolas, gerente de la empresa turística que organizaba la excursión.
Afirma Viñolas que la problemática está en que "los profesionales del turismo tenemos cada vez más dificultades para enseñar Barcelona". Según apunta, el "no poder ofrecer el servicio que queremos" y la restricciones de circulación causan "un muy mal ambiente de cara al cliente", y pide que el Ayuntamiento ceda más espacios en el centro de la ciudad para que los autocares puedan dejar y recoger turistas. Anteriormente, estos vehículos podían aparcar en Plaza Cataluña, ahora deben hacerlo en estación del Norte, por lo que los turistas tardan mucho en llegar al centro y se cansan, relata el empresario, quien cree que "al turista hay que cuidarlo para que vuelva".
Una queja por parte de las empresas turísticas que contrastan con la experiencia de los barceloneses como Manuel, que paseando con su hija explica que coge "los callejones y entonces el turismo no molesta" y asegura que, viviendo cerca de la Sagrada Família, "no hay más remedio que voltearla". Pese a "que moleste a veces", este vecino cree que "el turismo también es bueno para la ciudad".
"Tourists go home"
Como cada año, con la llegada de la segunda quincena de agosto llega la Festa Major de Gràcia, que con sus calles decoradas, sus conciertos y sus barras de bebidas en la calle, es una de las fiestas populares que más personas atraen en la capital catalana, también turistas que quieren divertirse y conocer la cultura barcelonesa, aunque no siempre son bienvenidos.
En los últimos años, no es raro encontrar pintadas, carteles y grafitis con el lema "tourists go home" ('turistas, marchaos a casa') los entornos más turísticos de la ciudad, y así se han expresado algunos vecinos del barrio de Gràcia, que al inicio de sus fiestas mayores amaneció repleto de este tipo de mensajes de rechazo al turismo.
Estoy a favor de las pintadas porque la llegada de los turistas de forma masiva infla los precios y dificulta la normalidad dentro del barrio", considera Marina. A esta opinión se suma Pau, que está esperando junto a un amigo para visitar una de las calles que se han decorado: "Hay ochenta personas ahí metidas y todas hablan inglés, francés... no escuchas a nadie hablar catalán o castellano". Cree que con menos turismo disfrutaría más de la fiesta mayor de su barrio.
"Gràcia se ha deteriorado mucho", lamenta Carmen, una jubilada que ha vivido aquí desde que nació, aunque considera, sobre la suciedad de las calles de la que muchos se quejan, que "no solamente son los turistas, somos todos, que no respetamos nada y lo tiramos todo al suelo".
Los turistas se quedan
Julio y su mujer llegaron a Barcelona la semana pasada y asegura sin dudarlo que se ha enamorado de la capital catalana, aunque algunos de los comentarios que ha tenido de leer y oír le "han hecho sentir mal". No comprende que algunos vecinos desprecien a los visitantes, puesto que considera que está "en una ciudad completamente turística que vive de ello, pero que si una vine a a hacer turismo se siente mal".
También lo piensa Jaume, un vecino de Sagrada Familia que ha salido a pasear por Gràcia, quien se mofa de los que se abanderan de no querer tener turismo en las calles porque asegura que a ellos también les gusta viajar. Considera que pese a que al salir de casa tiene que ir haciéndose hueco entre los visitantes, el turismo es bueno para la ciudad.
En un punto intermedio se sitúa Albert, que entiende que "obviamente la gente quiere venir" a disfrutar de las fiestas, aunque el hecho de que esté "demasiado lleno a veces crea un ambiente tensionado".
Entre la gran diversidad e opiniones sobre el turismo en Barcelona, son muchos los que coinciden en la necesidad de plantear el debate para elaborar estrategias que mejoren la convivencia de locales y visitantes.