Desintoxicación en un huerto terapéutico de Sarrià: "Cuando dejas una sustancia, necesitas ocupar el tiempo"
El Jardí Fènix ha ayudado a 56 personas a salir de las adicciones a las drogas o al alcohol en Barcelona
Ya han donado 283 kilos de fruta y verdura al banco de alimentos de El Prat desde principios de año
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Las mañanas en el Jardí Fènix son "sagradas" para Mercè. Esta barcelonesa de 59 años es una de los usuarios del huerto terapéutico del Centre d'Atenció i Seguiment a les Drogodependències (CAS) del barrio de Sarrià de Barcelona que cultivan el terreno como parte de su proceso de desintoxicación. Mercè hace tres años que dejó el alcohol.
La Asociación Bienestar y Desarrollo ABD ha impulsado esta iniciativa de agroecología urbana que busca mejorar la inclusión social y laboral de las personas en tratamiento de drogodependencias. El huerto ya ha beneficiado a 56 persones en tres años y cuenta con la colaboración del Colegio de Arquitectos de Catalunya (COAC), donde estudiantes de arquitectura colaboran en el arreglo de algunos espacios.
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Cultivan todo tipo de hortalizas de forma ecológica: "Ahora es época de patatas, tomates, cebollas, lechugas y hierbas aromáticas", explica Mercè. Donan el excedente al banco de alimentos de El Prat de Llobregat, y en lo que va de año ya han enviado 283 kilos de fruta y verdura.
La ordenanza del Ayuntamiento de Barcelona les prohíbe comercializar cualquier verdura cultivada en la ciudad. "Es una lástima porque nos iría muy bien una fuente de ingresos para el centro, pero estamos muy satisfechos con el destino de nuestra producción", explica Edgar Peñas, responsable del huerto urbano.
La importancia de mantener la cabeza ocupada
Mercè empezó a beber tras divorciarse: "Bajaba los sábados al bar a divertirme cuando mi ex se llevaba a los niños, hasta que empecé a subir cervezas y vino a casa y a beber a escondidas", recuerda. Ahora confía en seguir muchos meses en el huerto de Sarrià: "Me ayuda muchísimo porque cuando tienes problemas y no sabes cómo afrontarlos, hablas con los compañeros y ves otras manteras de enfocarlos. Sales como si te hubieran quitado una losa de encima", asegura.
Edgar ha sido testigo directo de la problemática: "Mi madre siguió un tratamiento de desintoxicación de alcohol en el CAS de Sants. Soy técnico agrónomo y me hice voluntario para ayudarles con unas mesas de cultivo", recuerda. "Me dijeron que Sarrià tenía un solar abandonado de 1.000 metros cuadrados y decidimos montar un huerto urbano", recuerda. El jardín empezó a andar en 2020, el año de la covid, lo que les obligó a retrasar el proyecto debido al confinamiento.
El Jardí Fènix acompaña en el alta terapéutica a personas con adicciones a sustancias, ya sean drogas o alcohol: "Teníamos un grupo formado y no podían esperar que empezara a andar. En aquel momento los servicios sanitarios funcionaban de forma virtual y estas personas están en un proceso complicado, necesitan tener interacciones sociales y quedarse solo en casa es complicado", recuerda.
Este año cultivan el huerto terapéutico una docena de usuarios que acuden un mínimo de tres mañanas por semana como complemento a su proceso de desintoxicación. "No trabajan, hacen terapia, somos un paso más en su salida de la adicción", puntualiza Edgar. "Cuando dejas una sustancia, en tu cabeza queda el runrún. Necesitas ocupar tu tiempo y muchos perdieron su trabajo y su casa por la adicción", explica Edgar. "Tener las mañanas ocupadas les ayuda terapéuticamente para ocupar la mente, socializar y empoderarse", aclara.
El estigma de la adicción
Edgar lamenta el estigma social que acompaña a las personas con adicciones. "La gente se piensa que son yonquis y delincuentes pero muchas veces no se dan cuenta que puede ser una mujer de 65 años con hijos que no ha podido superar la muerte de su marido y empezó a beber. Eso le pasó a mi madre", recuerda el impulsor del huerto que también recibió terapia junto a otros familiares: "Cuando nos explican que un adicto es un enfermo, dejas de culparlo y entiendes que tienes que trabajar la enfermedad", recuerda.
La fundación ABD organiza jornadas de puertas abiertas en el barrio para presentar el proyecto. "Los vecinos nos felicitan por lo bonito que lo tenemos porque antes veían un solar abandonado", explica Edgar. Poco a poco, el proyecto coge forma: "La Fundació Ferrer Sustainability nos dio unas jardineras y el huerto mejoró bastante y los estudiantes de arquitectura nos diseñaron unas pérgolas de bambú ecológico de carbono negativo que nos ayudan con la sombra", recuerda. También aplican técnicas de cultivo regenerativo para causar un impacto positivo sobre la huella ecológica del huerto.