Las travesías de los 'raiers' de Coll de Nargó, que transportaban madera por el río: "Casi ni se mojaban los pies"

Un día al año el río Segre retrocede en el tiempo y ve aparecer entre el curso del agua embarcaciones de madera cargadas de tradición. También del peso de descendentes de raiers, los encargados de transportar río abajo los troncos de los árboles, desde los Pirineos hacia el interior y la costa. Un arriesgado oficio, en desuso desde 1933, en el que sus trabajadores se enfrentaban al caudal y las inclemencias meteorológicas para vender las maderas. Una vez completado el recorrido fluvial, la aventura proseguía a pie para regresar a sus hogares con la faena realizada.

Esta labor fue el día a día de muchos habitantes de Coll de Nargó (Lleida), el centro de transporte fluvial de Cataluña, reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Entre ellos el bisabuelo de Àlex Ferrer, el presidente de la Asociación de Raiers de Coll de Nargó. "Donde había río, había madera. Y si las condiciones se daban había trabajadores". Una labor en la que enviaban los troncos hasta los astilleros de Tortosa para construir barcos. Aunque también se quedaban la madera en Balaguer o Lleida.

"Cuando salían hasta Balaguer tenían unos cinco días y hasta Tortosa diez, cuando pasaban del Segre a l’Ebre. El raier solía venir caminando, tardaban como dos semanas. También cogían carros de transporte de algún arriero. Entre que subían y bajaban estaban dos meses sin aparecer por el pueblo. Al final ya se conocían el camino", explica Àlex sobre unas embarcaciones que dependían del caudal del río.

Mientras que las embarcaciones en Estados Unidos o China eran "estratosféricamente" grandes, en Nargó ligaban manualmente las maderas de pino y construían el rai con diez vigas de unos seis metros. De este modo, llegaban a construir embarcaciones de 20 o 30 vigas.

"Antes para llevar un rai solo se necesitaba dos raiers. Tienen dos remos, uno delante y otro detrás. Solo gira de derecha a izquierda y es el agua del río que le impulsa. El agua va hacia abajo y vas de lado a lado para esquivar las rocas", añade Àlex sobre un oficio que aparece por primera vez en los escritos de Nargó en el siglo XV. "Cuantos más bajaban significaba que había más maderas".

Una labor física y también mental, en el que el frío y el propio agua del río jugaban malas pasadas. "Imagínate en pleno invierno o época de deshielo tocar el agua y mojarte, pero no lo hacían demasiado. Como mucho los pies. Frío sí que supongo que pasarían mucho, pero ya llevaban todo tipo de historias para calentarse dentro de la embarcación, lo mismo para comer".

Incluso tenían lugares durante el viaje para descansar. "Había como hoteles por el camino donde esperaban a los raiers y transportistas". Sin embargo, el oficio quedó anticuado cuando apareció el camión de transporte de vigas de madera y los proyectos de pantanos. "La última bajada fue en 1933, ya no tenía sentido. El proceso fluvial era muy largo, la madera se mojaba y se tenía que secar. Un proceso de muchas personas, en la que aparece el camión, cortas la madera, la metes dentro del vehículo y se ha acabado".

Fueron los propios trabajadores y descendentes familiares quienes evitaron perder parte de la historia de la localidad catalana. Entre ellos el bisabuelo de Àlex. "En 1989 se juntaron y decidieron recordar el rai y montarlo con las mismas herramientas que hacían". 30 años más tarde, la transmisión oral ha pasado a las nuevas generaciones y una vez al año rememoran la tradición.

"Este año es especial porque en diciembre de 2022 reconocieron los raiers como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco". Por ello, los propios organizadores han decidido adelantar el evento a este sábado. "Normalmente lo hacíamos el 15 de agosto, pero lo hemos cambiado a primavera como consecuencia de la sequía. Si no es posible que algún año nos quedemos sin bajar".

De este modo, los raiers actuales se visten para la ocasión y utilizan unas espardeñas típicas catalanas. "Eran de esparto, una fibra más barato. Lo que pasa que se estropea cuando se moja, por lo que antiguamente la iban cambiando mucho".

Ahora, los participantes siguen montando las embarcaciones y posteriormente las guardan o tratan de darle alguna utilidad. "Hace un siglo lo venderíamos. Ahora ya no quieren esta madera húmeda y las vigas que podemos las aprovechamos".

Un oficio atípico que para el bisabuelo del presidente de la Asociación de Raiers de Coll de Nargó era como el de un pescador en L'Escala o Sitges. "Le gustaba comer uvas mientras llevaba el rai con una mano. Otros decían que podían hacer el Segre y Ebre con los ojos cerrados de las veces que habían bajado".

Todo tipo de anécdotas entre el caudal del río que sus descendentes tratan de rememorar para mostrar la importancia del trabajo en un pueblo históricamente vinculado al agua, por el que transcurren los ríos Segre, Perlas y Sallent y muy cerca se encuentra el pantano de Oliana.

Temas