25 municipios con una población inferior a 500 habitantes acogen durante un año a familias refugiadas en Cataluña. Un programa que pretende evitar el despoblamiento rural en lugares como Torrebesses, una localidad de Lleida que desde el pasado mes de octubre cuenta con cinco nuevos vecinos de origen pakistaní.
Se trata de los Hussain, una familia que vive en un pueblo de apenas 300 personas. El consistorio les facilitó una vivienda y una oportunidad laboral. Así, el marido trabaja en el ayuntamiento colaborando con la Brigada Municipal, mientras que la mujer está pendiente de encontrar una trabajo acorde a sus aptitudes y sus tres niños de 11, 9 y 2 años ya están escolarizados.
"No son unos desconocidos. Son uno más. Pese a sus diferencias culturales, la gente los ha aceptado muy bien y los están ayudando mucho. Uno le ha regalado una bicicleta para los niños, otro un patinete y también mantas. La solidaridad y la vida en comunidad de estos municipios es muy potente. Esto ayuda mucho a integrarse", explica Mario Urrea, alcalde de Torrebesses y presidente de la Associación de Micropueblos de Cataluña.
Una adaptación que ha permitido verles disfrutando en las fiestas del pueblo. "Salen muchas veces a los actos que hacemos, sean del tipo que sea, quizás no tan religiosos pero sí con sus connotaciones como en los Reyes o Carnaval. Había un poco de miedo por este gran salto cultural, pero están muy integrados".
En su caso, la familia había vivido previamente en Sabadell, por lo que la barrera del idioma no ha sido un gran obstáculo para su convivencia con los vecinos. "Son refugiados internacionales. El pequeño ya nació en Cataluña, así que llevan mínimo dos años. El padre no trabajó en Pakistán, estudió Comunicación en la universidad y acabó marchándose".
El Departamento de Igualdad y Feminismo inició un proyecto de mentoría para acompañar a estas personas en su nueva vida. De este modo, algunas personas de la misma localidad ayudan a integrarles en la comunidad y solventando cualquier problema, como la dificultad de transportarse.
"Para ir al consultorio o revisiones pediátricas del niño, algún vecino les acompaña con el coche. Son labores complicadas de realizar para ellos, pero en el pueblo hay convivencia y es más fácil confraternizar".
De momento, la experiencia está siendo positiva para el municipio de la comarca del Segrià. "Nos ayuda a mantener la escuela y evitar la despoblación. Somos conscientes de que es imposible mantener a los activos autóctonos del territorio. Es importante poder conseguir nueva gente que nos ayude a remontar la situación", reconoce Mario.
Pese a la buena acogida de refugiados, la falta de viviendas limita el crecimiento de estos lugares. "Con una familia quizás no es suficiente y podríamos acoger a otra, pero hay que encontrar una casa en condiciones y con las características adecuadas para alojarles. Hay muchas casas vacías, pero sin condiciones de habitabilidad. Es un problema grave que intentamos trabajar. Sin viviendas no podemos mantener la población".
El programa tiene una duración de 12 meses y los planes de futuro para la familia de acogida son inciertos. "Este será otro problema que debemos empezar a afrontar. No solo por si seguirán, sino por si realmente tenemos el trabajo y la posibilidad de que se queden. Uno puede ser ingeniero nuclear y nosotros no poder ofrecer este trabajo, por poner un ejemplo. Hay que ver cómo son capaces de que puedan quedarse si ellos tienen ganas".
Las procedencias de los participantes del programa son Ucrania, Siria, Colombia, Afganistán, Venezuela, Pakistán, Ecuador, Georgia, El Salvador, Honduras, Marruecos, Perú y Uruguay. "De todos los pueblos que tengo conocimiento también están contentos, excepto un lugar. Como micropueblo hay unas perspectivas y prospecciones sobre el perfil que gustaría recibir y en este caso ha acabado siendo algo totalmente opuesto y cuesta encajar".
A unos meses de las elecciones municipales, este tipo de programas ha generado consenso entre la población y no peligra su continuidad. Mario pretende poner punto y final a su periplo como alcalde tras 16 años de mandato. "Son excesivos, no quiero seguir. Por mi salud y la del municipio considero que hace falta un cambio y haya nuevos aires e iniciativas".
"Para muchos es un medio de vida, pero no es mi caso porque nunca he cobrado por ser alcalde. No cobro ni las dietas de desplazamiento. Un relevo iría bien. Las dos últimas elecciones no hubo otra lista y el trabajo fue encontrar el número de gente que nos acompañase. Me imagino que me encontraré las mismas dificultades, pero a poco que pueda buscaré una persona que quiera coger el relevo y se presente candidato".
En el caso de no encontrarlo, Mario lo tiene claro: "El problema no lo tiene el alcalde, lo tiene el municipio. Propondré hacer unas elecciones primarias y la persona que salga sea la que se comprometa a decir que no".