El 'biestrellado' chef Raül Balam Ruscalleda: "Si no hubiese sido adicto habría llegado mucho más lejos"

El chef Raül Balam Ruscalleda cumplirá 10 años limpio el 5 de marzo. Lo cuenta en su libro Enganchado (Libros Cúpula), donde explica su tortuosa adicción al alcohol y las drogas y su proceso de desintoxicación. A los 46 años, el hijo mayor de la afamada cocinera Carme Ruscalleda y el hostelero Toni Balam relata su camino por las adicciones y reconoce que es más feliz ahora que cuando consiguió repetidas estrellas Michelin en la alta gastronomía.

Balam gestiona ahora el 'biestrellado' restaurante Moments de Barcelona, después de empezar desde cero y recuperar el control de su vida. En el camino de la desintoxicación también sanaron sus padres.

Pregunta: ¿Es feliz?

Respuesta: Hace 5 años que me siento feliz. Lo que sí he aprendido es que intentar estarlo siempre es el error de la humanidad, si siempre persigues la felicidad y quieres estar en la cresta de ola, el día que lo estás de verdad no lo disfrutas. Con un tratamiento sobre la adicción descubres que la vida tiene muchas facetas, que tienes que vivirlas todas. Aceptando todas las fases de la vida alcanzas una felicidad plena.

P: ¿La droga maximiza estas fases?

R: Antes solo quería ser feliz, siempre buscaba el colocón para borrarme del mapa porque me sentía muy desgraciado. Pensaba que todos eran más felices que yo. La enfermedad te busca por aquí, solo me tenía que poner triste para irme a consumir. Diez años después me siento pleno. Todos los días no soy feliz, porque hay días buenos y días malos, pero ahora disfruto de todos los estados de ánimo.

P: En su libro aparece esta afirmación: "Mis primeros camellos fueron mis padres porque me dieron la primera copa" .

R: No somos conscientes de que el alcohol es una de las drogas más peligrosas que hay, pero es legal y culturalmente está muy arraigada. Si un alcohólico puro con mono no consume puede llegar a la muerte. Si es una droga, ¿Quién fue el primer camello? Seguramente, nuestros padres, tíos o seres queridos. Choca mucho. Parece que la señora Ruscalleda me vendió la primera papela. Pero es una droga muy jodida, como los tranquilizantes.

Ponemos en esta palabra las drogas que son ilegales, como la cocaína, el cannabis, o el caballo. Pero es igual de mala una cosa que la otra. No quiero decir con esto que tengamos que aplicar una ley seca, pero debemos dar información y llamar a las cosas por su nombre.

P: ¿Cuándo se dio cuenta de que podría haber un problema detrás?

R: Yo era un bebedor social. Mis padres siempre me dijeron que no sabía beber y que bebía más rápido de lo normal, se normalizaba. En el 2000 llegan las drogas duras y todo acelera el proceso. Me di cuenta de que aquello se me ha ido de las manos en 2011, vi las orejas al lobo.

P: ¿Cómo fue el proceso de desintoxicación?

R: Una mañana me miré al espejo y no reconocía a la persona que tenía delante. Me pregunté quién era y qué me gustaba. Ahí empecé a echar en falta al novio del alma, la droga que me acompañó toda la vida hasta aquel momento.

He hecho este libro para contar qué pasa cuando entras en un centro. La desintoxicación en sí dura de tres a cinco días. Desde que ingresé no he vuelto a consumir drogas. Lo que es muy difícil es cambiar los comportamientos porque tu cuerpo ha aprendido a actuar de una manera con las drogas, tanto en viajes, en trabajo, en tu entorno. Cambiar este 'chip' es súper difícil, pasas por muchos estados.

P: ¿Llegó a plantearse el suicidio?

R: Tuve una llamada de atención cuando me costó mucho salir del armario. Siempre he pensado que una persona que se quiere quitar la vida al final lo consigue. En mi caso me tomé unas pastillas y me hicieron una limpieza de estómago. Sí que hubo veces que no tenía ganas de vivir. Levantarte o ir a trabajar, incluso ir a comprar droga, me sentía tan destrozado y pensaba en qué me había convertido. Me veía como una bestia.

He aprovechado este altavoz para ponerle nombre. Me siento súper orgulloso de la enfermedad que me ha tocado y el cariño que he recibido

P: ¿Ha costado más por el hecho de ser un personaje público?

R: He aprovechado este altavoz para ponerle nombre. Me siento súper orgulloso de la enfermedad que me ha tocado y el cariño que he recibido. Es una cosa que he vivido en mis propias carnes. Se puede vivir muy plenamente aceptando que tienes una enfermedad. El mundo merece esto. Siempre habrá alguien que lo lea y se sienta identificado y a lo mejor dé el paso para dejar las drogas e ingresar en un centro. Creo que es bueno. No siento ninguna vergüenza.

P: ¿Cómo le ha influido el hecho de que la gente lo sepa?

R: En los procesos de selección de Estados Unidos, los primeros que pasan a la siguiente fase son adictos recuperados porque cumplen mucho más y ven la vida de una manera diferente. Dejar las drogas no tiene que dar vergüenza porque es el triunfo de la vida. Lo vergonzoso es lo que hacía antes, que me escondía y todo el mundo lo sabía.

Cuando has ganado una batalla como la que he ganado yo, aunque lucharé toda mi vida, es bueno reflejarlo. No solo yo, sino todas las personas que lo están haciendo. No siento ninguna vergüenza por ser adicto. Es lo que soy y lo que me ha tocado vivir. Es un fallo mental que tengo en mi cerebro, los transmisores de placer no conectan. La OMS lo contempla como una enfermedad. ¿Una persona que sufre una enfermedad tiene que sentir vergüenza? Creo que no.

P: ¿Un adicto lo es siempre?

R: Lo dejaré de ser el día que me metan en una caja de pino. Espero que sea dentro de muchos años. Hasta ese momento siempre voy a ser adicto y tendré que cuidar mi enfermedad.

P: ¿Cómo lo vivió su familia?

R: En el centro donde estuve ingresado, había terapia familiar donde subían las familias y contaban las desgracias que habíamos hecho. De esta manera nosotros sanábamos. Mi padre subía, pero estaba cinco minutos y se iba. Mi madre subió una vez y no lo volvió a hacer nunca más porque le dolía mucho. Lo he sabido ahora.

Hemos aceptado lo que había pasado en la familia, nos hemos perdonado y no hemos buscado culpables

Mi madre lo pasó muy mal, imagínate que un hijo al que has intentado educar de la mejor de las maneras, lo tienes que ingresar en un centro de drogodependencia. No porque seas un personaje público y la gente te señale. Te estoy hablando como madre y padre, tiene que ser muy triste.

En algún momento, pensaron qué hicieron mal, en qué fallaron. Tendrías que escuchar a mi madre ahora hablando de drogodependencia. Es para quitarse el sombrero. Es un proceso que hemos hecho todos, en el que hemos aceptado lo que había pasado en la familia, nos hemos perdonado y no hemos buscado culpables. Estamos orgullosos del camino, del triunfo y lo que somos ahora como familia.

P: ¿Cómo fue el acompañamiento de sus padres?

R: Mis padres no entendían nada. Cuando me dejaron en el centro pensaban que estaría ingresado 15 días y que después estaría solucionado. Pero fue un proceso largo. Al principio no entendían que no podía trabajar, pero se callaron y vieron que poco a poco había frutos. Era una persona dependiente de las sustancias y que no dominaba mi propia vida. Era como un 'tontito' al que tenían que decir todo. Ahora llevo las riendas de mi vida, eso es el gran triunfo para ellos, tengo el valor de decir esto sí o no.

P: ¿La adicción influyó en su carrera profesional?

R. Si no hubiese sido adicto habría llegado mucho más lejos. Tuve la suerte de que en todos los triunfos que conseguí me acompañaban muy buenas personas. Diez años después de haber dejado las drogas gestiono tres restaurantes, uno de ellos propio. Lo que he conseguido limpio y ordenado. Además, tengo muchas ganas de volar más y noto que esto es solo el principio.

Conseguí las estrellas Michelin antes de desintoxicarme. Ahora lo pienso y tal y como tenía la cabeza ni me lo explico

P: ¿Cómo pudo conseguir las estrellas Michelin?

R: Las conseguí antes de desintoxicarme. Ahora lo pienso y tal y como tenía la cabeza ni me lo explico. Siempre pienso en que me junté con un gran equipo de profesionales. También en el restaurante, lo gestionamos con mis padres y estaban muy encima. Ahora como ven al Raül que soy ahora, cada vez dejan hacer mucho más.

P: ¿Fue la cocina parte de su salvación?

R: No. Cuando haces el tratamiento tienes que rechazar toda tu vida para dejar las drogas. Ya no trabajarás de lo mismo, no irás a vivir donde antes, la ropa... Tienes que empezar de cero. Lo que pasa es que los terapeutas ya saben cuál va a ser tu destino y eran conscientes de que yo tenía un restaurante y era un cocinero gastronómico y a la larga volvería al restaurante.

Poco a poco me fui incorporando. Lo recuperé todo con otra normalidad.

P: ¿Cómo fue el regreso al trabajo?

R: Vuelves actualizado, pero también me sentí una mierda, que no sería capaz. La cabeza es el peor crítico. Me decía: "No vas a poder, antes podías porque tenías la droga. Ya verás que no". Lloré, lo hablé mucho en terapia y también lo explicaba a mis veteranos, que me animaban y me hacían centrarme en el presente. Una de las frases que recuerdo es que me decían que si lo había conseguido hoy, mañana también podría. Y con el tiempo no me doy cuenta y ahora gestiono hasta tres restaurantes.

P: Ahora es usted quien ayuda a otra gente.

R: Hice públicos mis problemas con la adicción en 2017. Desde entonces mucha gente me ha pedido consejo. Sobre todo familias que tienen a alguna persona afectada e, incluso, adictos que se ven reflejados en mí y quieren llevar una vida limpios como yo. Yo les digo que ya es un paso abrirse y escribirme.

Me acuerdo de un día que estaba a las 12 del mediodía en una coctelería bebiendo como un cosaco. Leí la entrevista de La Vanguardia a una persona que acababa de sacar un libro sobre la adicción. Me leí esa entrevista tres veces. No era mi momento, pero ya me caló y me vi reflejado. Hoy, muchos años después, ese diario me ha entrevistado y he pensado que a lo mejor hoy en una coctelería a las 12 horas hay una persona borrachísima leyéndome. Y quizás le hace pensar y replantearse su vida como me ocurrió.

P: ¿Cómo se encuentra ahora?

R: Me siento contento con todo lo que conlleva mi vida. Tengo mucha presión en el trabajo pero tengo la sensación que lo bueno aún está por llegar. Toco de pies en el suelo. Creo que vendrán cosas buenas pero si no viene nada me da igual, tampoco estoy esperándolo. Pero cada día que pasa es mejor que el anterior.