Arrels Fundació, una de las entidades que trabajan en Barcelona por las personas sin hogar, ha recordado esta semana a Rotislav y a Fran, dos sintecho que han muerto en los últimos días. El recuerdo en las redes sociales de la fundación es una práctica habitual para "sacar de la invisibilidad a las personas sin hogar, también en su muerte", afirman. Cada octubre, antes del Día de Todos los Santos, celebran una ceremonia de recuerdo a los fallecidos. En la última edición recordaron a 80 personas muertas en un año.
Rotislav tenía 45 años y llevaba 20 viviendo en la calle. El equipo de calle de Arrels que lo visitaba percibió el deterioro de su estado de salud: "Decía que no se encontraba bien. El equipo se ofrecía para acompañarlo al médico pero él siempre respondía que no hacía falta", cuenta Silvia Torralba, trabajadora de Arrels.
Francisco ha fallecido con 47 años. En los últimos años había conseguido plaza en un piso junto a otros compañeros que ahora están "muy afectados por su pérdida". Cuentan que siempre les recibía con una sonrisa y que estaba ilusionado por volver a tocar la trompeta como hacía cuando era pequeño.
Antonio, de 56 años, tampoco volverá a las calles del Poble Sec donde vivía. Arrels ha averiguado que murió a finales de diciembre y lo recordará en breve. Cuenta la fundación que su caso es paradigmático de las personas sin hogar: "Tenía un fuerte deterioro cognitivo y no podía caminar. Usaba mucho las urgencias hospitalarias", explica. Las personas que atienden a personas sin hogar saben que la mayoría sólo acuden al médico ante un dolor muy fuerte o una agresión en plena calle.
"Cuando viven en la calle, para ellos mismos la salud deja de ser una prioridad", explica Silvia. Además, aquellos que son tratados de alguna dolencia por los servicios sanitarios, "tienen más dificultades para recuperarse o seguir un tratamiento si duermen en la calle", añaden.
La entidad constata que el deterioro de salud de las personas que viven en la calle es alarmante: "Cuando pasan más de seis meses en la calle el declive es importante, tanto orgánico como neurológico porque ven menos posibilidades de salir", explica Torralba.
La esperanza de vida también se acorta: "La media de edad de los fallecidos que recordamos cada año es de 55 años, son 27 años menos de la esperanza de vida de los barceloneses que viven bajo un techo", añade.
La actual ola de frío ha despertado el preocupación social por el refugio de las personas sin hogar. Arrels insiste que su vulnerabilidad se extiende durante todo el año: "Está muy bien que se activen plazas adicionales pero siguen siendo insuficientes para las 1.200 personas que tenemos contabilizadas que duermen en las calles de Barcelona", insiste la trabajadora. "Necesitan una buena atención que mire por ellos", explica.
También reclaman plazas de convalecencia adicionales: "Recibimos llamadas a diario de hospitales catalanes que dan de alta a un sin techo y no tiene a dónde recuperarse", explica. También piden acceso a las causas de las defunciones: "Llamamos a hospitales y funerarias cuando perdemos a alguno de vista. Cuando nos confirman que ha fallecido no sabemos la causa de la defunción porque no somos familia directa. Esto nos permitiría mejorar la atención al colectivo", lamenta.
La fundación tiene en marcha un servicio de atención médica en la que participan sanitarios jubilados voluntarios. Las personas que acuden al servicio suele tener muchos problemas tanto de salud física, como mental y de adicciones, constatan. “Tienen una percepción de su salud diferente, porque la prioridad es cubrir otras necesidades, como la comida o encontrar un lugar resguardado donde dormir. ”, expone la dermatóloga voluntaria Montserrat Pérez.
Estos voluntarios también salen en una unidad móvil que recorre las calles para ofrecer atención. "Atendemos entre 80-100 personas a la semana", añade Esther Martín, enfermera voluntaria.