“Bonito piso en el corazón de Sant Antoni con respetuosos, tranquilos y trabajadores compañeros de piso. Buscamos un tercer compañero que se asemeje a nuestro estilo de vida. No admitimos estudiantes”. Es un anuncio en un conocido portal de búsqueda de habitaciones de alquiler. Lo firma alguien llamado Juan Carlos, de 34 años. Buscan para la habitación que les queda libre un compañero de piso que tenga entre 25 y 40 años.
Compartir piso ha dejado de ser algo propio de la etapa universitaria. Juan Carlos encarna el perfil de inquilino que alquila sólo una habitación en Barcelona: 34 años es la edad media en la capital catalana, dos años más, por ejemplo, que el caso de Madrid. El promedio nacional ha aumentado en el último año.
Cada vez más adultos mayores de 30 años se ven abocados a alquilar habitación en un piso compartido. Mientras que la oferta de viviendas disponibles en el mercado local para compartir ha caído, el precio de los alquileres se ha disparado. Según un informe publicado por el portal inmobiliario Idealista, el parque de viviendas para compartir en Barcelona se ha reducido en un 73% desde 2021.
"Los precios de las habitaciones de alquiler están subiendo en línea con la evolución del mercado del alquiler. Es un problema que afecta a muchas otras ciudades: las habitaciones en alquiler se han reducido un 45% en toda España y las viviendas en alquiler un 37%", explica a NIUS Beñat del Coso, portavoz de Idealista.
Andoni, separado, de 54 años, comparte piso desde hace cinco. Paga 350 euros por una habitación en Esplugues de Llobregat (Barcelona) y tiene que mantener a sus dos hijas, que viven fuera de Cataluña. Su deseo, "lo ideal", afirma, sería poder vivir en un piso, pero ahora mismo no está al alcance de su bolsillo. "No lo veo factible", afirma.
Aún así, no ceja en el intento de dar con un piso "decente", pero los precios que encuentra, los más económicos de entre 650 y 700 euros, no son asumibles ahora mismo. "Viviendo solo y con un sueldo medio, de alrededor de 1.000 euros, pagar un alquiler es imposible, tienes que compartir. No hay otra opción", lamenta.
Las perspectivas de los expertos para los arrendatarios no son halagüeñas: "La demanda de pisos de alquiler va a crecer en los próximos meses por las dificultades de financiación en la compra de viviendas", auguran desde Idealista: "Pero las medidas de las administraciones como el control de los precios del alquiler o no poder indexarlos con el IPC genera incertidumbres en el pequeño propietario que no saca su vivienda al mercado y de este modo la oferta se reduce", añade.
Esta tensión en el mercado del alquiler "puede provocar reacciones perversas", augura del Soto, "al tener un mercado tensionado con poca oferta de viviendas, los propietarios elevarán las exigencias económicas para los inquilinos, los precios subirán y las personas desfavorecidas serán aún más perjudicadas", explica. Del Soto pide a los gobiernos que revisen "las medidas de carácter punitivo hacia el propietario" y pone como ejemplo el mercado inmobiliario durante la pandemia: "Mucha gente se fue a vivir a su lugar de origen, dejó sus pisos y la oferta de alquiler se duplicó. Los precios bajaron de media un 15%", recuerda.
Barcelona es la segunda ciudad con los alquileres de habitaciones más caros de España. En la ciudad condal alcanzan los 450 euros mensuales de media, solo por detrás de San Sebastián. Ante la imposibilidad de poder comprar una vivienda o permitirse alquilar un piso de manera individual, muchos adultos con trabajo tienen que vivir en un piso compartido. Para miles de ciudadanos en Barcelona, es la única vía para poder emanciparse.
“Sales del nido de los padres, pero te vas con amigos”, lamenta Alexandra. Esta barcelonesa, periodista de formación, de 32 años, comparte piso desde hace seis, siempre con amigos. Ahora vive en el barrio de Gràcia junto con dos compañeras, que se encuentran en su misma situación. Entre las tres, pagan 1.100 euros de alquiler, “a lo que hay que sumar los gastos de suministros e internet”, puntualiza.
Tras pasar por varios medios de comunicación, encontró un trabajo fijo como responsable de comunicación en un colegio barcelonés. Alexandra admite que su situación laboral es estable, pero no se podría permitir una vivienda individual “sin renunciar a salir a tomar algo con amigos o a hacer algún pequeño viaje”. Compartiendo piso, trata de ahorrar para poder mudarse con su pareja, quien también comparte piso en Barcelona.
“Dividir entre dos sale peor a repartir que entre tres, sabemos que tendremos que pagar más”, reconoce Alexandra. Ya han comenzado a echar un ojo en portales e inmobiliarias y estiman un presupuesto de “unos 900 euros entre los dos, tirando para lo bajo”. “Si quieres pagar menos son un desastre: pequeños, en sótanos, con humedades o puertas que no cierran”, explica.
Además, a la hora de acceder a un alquiler nuevo, se encuentran con una complicación extra. “No es solo el precio del alquiler, sino todo lo que hay que pagar antes de entrar”. Honorarios, reserva, fianza y el primer mes de alquiler pueden llegar a superar los 2.000 o 3.000 euros.
¿Comprar una vivienda? Alexandra no se lo plantea como una opción real, aunque reconoce que “lo ideal sería poder tener un piso comprado”. “Con más de 30 años, tienes ganas de tener tu hogar y no de estar de paso de un alquiler a otro”, concluye. Asegura que en su grupo de amigos están todos en la misma situación.