La Serralleria March ha cerrado las puertas en el centro de Mataró tras 120 años de historia. El dragón de hierro forjado que sale de la fachada del taller es todo un emblema en el Camí Ral pero la persiana está bajada. No era por falta de continuidad. Pol Codina, de 39 años, es la cuarta generación de la familia que estudió diseño industrial en la Escola Massana para perfeccionar la técnica aprendida de su padre Rafel, ya jubilado. Fueron las quejas de unos vecinos los que precipitaron el cierre del taller.
"Unos vecinos recién llegados empezaron a quejarse del humo y de los ruidos. El Ayuntamiento comprobó que cumplíamos con las normativas del humo, pero no pasamos la norma de los ruidos" cuenta Pol. "Es lógico: el local es antiguo, estamos entre las casas, a muy poca distancia. Recibimos un informe que indicaba las modificaciones que debíamos hacer pero era inviable en una casa centenaria, por la estructura y distribución de la vivienda", explica.
Ahora se han trasladado a Argentona, tal y como avanzó Catalunya Informació y han confirmado los protagonistas de esta historia a este diario.
El antiguo taller, de 300 metros cuadrados, llegó a tener a seis forjadores trabajando. "Veíamos que esto iba a pasar porque éramos el único taller que quedaba en el centro", relata Pol. "El vecino contrató a un abogado y nos dijo 'usted hace mucho ruido'. Luego volvió y dijo que no habíamos puesto solución y recurrió al ayuntamiento", recuerda.
Los antiguos vecinos del Camí Ral de Mataró les echan de menos: "Hacía gracia escuchar los golpes del martillo", explican. Pol es práctico y reconoce las ventajas de la nueva ubicación: "Es una casa antigua y es muy romántico, tiene el peso de la historia, pero a nivel logístico también se hacia mas complicado trabajar allí", reconoce el propietario.
Serralleria March pasará poco a poco al olvido en Mataró, como otros negocios centenarios: "Es una pena que no haya vías para salvaguardar espacios como este. No tanto por la actividad, sino por el legado histórico de estos 120 años", cuenta Pol. Los propietarios barajaron varias alternativas antes de cerrar el taller como cambiar la actividad, el taller, mantener la fachada o vincularlo con rutas culturales.
"Lo propuse al ayuntamiento y me dijeron que debía asumir yo todo el coste", cuenta Pol. "Son cuatro generaciones de artesanos pero no hay herramientas por parte de la administración para salvar este tipo de negocios", denuncia. "Los negocios de toda la vida deben irse y las ciudades están perdiendo identidad", añade.
"Es un legado de 118 años. La fundó mi abuelo, el bisabuelo de Pol, Antonio March" relata Rafel, padre de Pol, de la historia del negocio. La Serralleria March abrió en 1903, en plena fiebre modernista. El joven Antonio March había aprendido en el taller Ballarín en Barcelona, uno de los más célebres de la época que tenía al arquitecto Puig i Cadafalch como copropietario.
La segunda generación, la de Joaquim March, hijo de Antonio y padre de Rafel fue la autora del dragón que preside la fachada. Eran los años 30 y serralleria March recibía encargos de Francia, Alemania y Estados Unidos. Joaquim fue reconocido con la Carta de Maestro Forjador otorgada por el Gremio de Cerrajeros y Herreros de Cataluña en 1986.
Rafel March, la tercera generación, entró a trabajar en el taller con 15 años. Estudió dibujo artístico y en 1983 se hizo cargo del taller que entró a formar parte del Centro Permanente de Artesanía de la Generalitat: "Diseñamos el producto primero y luego lo ejecutamos con el hierro. Cada generación ha hecho un tipo de hierro y ninguna generación le ha cortado las alas a la otra", se enorgullece. "Hacemos todo tipo de esculturas", explica Rafel.
La cuarta generación llega de la mano de su hijo Pol, que estudió diseño industrial y fuera del taller se dedica a la escultura: "De pequeño me maravillé de las piezas escultóricas que hacía mi padre así que mi trayectoria se ha encaminado hacia este ramo", cuenta Pol que forja todo tipo de grandes esculturas para el hogar, barandillas, iluminación interior y exterior e incluso colgantes.
El negocio de la forja vive tiempos complicados que debe cumplir la misma normativa que la industria automovilística. También ha evolucionado el negocio con los años: "Aprender la profesión es muy complicado a día de hoy. Requiere muchos años de aprendizaje. Antes el aprendiz empezaba muy joven y cobrando muy poco. El problema de los talleres de forja artística es que ahora los aprendices son mayores y vienen muy verdes y deben cobrar un sueldo que no concuerda con su trabajo. Es muy costoso para un autónomo enseñar a una persona para que empiece a trabajar", explican padre e hijo.
"Las escuelas hacen lo que pueden y enseñan dentro de unos parámetros, se limitan a cosas básicas. La generación de maestros artesanos han sido excluidos de lo académico, no se les ha permitido transmitir su conocimiento y facilitar la práctica a los talleres existentes", explica.