El patio de los ‘letreritos’ de Córdoba, un cartel por planta: "Hay que hablar con ellas"
Marina y su hija Celeste se encargan de mantener el patio
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En la calle Mariano Amaya número 4 de Córdoba, uno de los patios que participan en el concurso cuenta su propia historia. Hace 29 años que el padre de Celeste Almenara preparó por primera vez el patio. Lo arregló porque llegaba la boda de su hija y quería decorarlo para la ocasión. Tan bonito le quedó que los vecinos y familiares le animaron a presentarlo al Festival de los Patios Cordobeses. En ese momento comenzó una tradición familiar que sigue a día de hoy. Desde hace unos años, tras el fallecimiento del padre, tomaron el testigo su mujer, Marina, y su hija Celeste.
“Mantenemos el patio durante todo el año para que llegue al concurso reluciente”, cuenta a NIUS Almenara. Preguntarle por el tiempo que le dedican al patio solo le hace darse cuenta de que cuando están entre las flores pierde el reloj. Sus hijos la tienen que llamar por teléfono a la hora de comer o, cuando quedan con ella, porque no se da cuenta de que pasan las horas.
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El patio está ubicado en el domicilio familiar de Marina, una antigua casa del año 1863. La adquirió el duque de Hornachuelos cambiando en ella toda la estructura principal de la fachada, quedando como está actualmente. Aún conserva una bodega con “cosas que ya ni existen, ni se usan, son cosas del campo y de albañilería”, que mantienen en recuerdo de su fundador. “Ese era el rincón favorito de mi padre y a los turistas les encanta”, confiesa Celeste. Aquí no faltan las flores más típicas como las gitanillas, los geranios o las flores de temporada como “los Pendientes de la Reina, la Flor del Sol o el Farolillo Chino”.
Secretos de su patio
¿Cuál es el secreto para mantener tantísimas plantas relucientes? “Mi madre te diría que hay que hablar con ellas. Le habla como si fueran personas: pero a ti qué te pasa ¿por qué estás tan triste?”, confiesa que va diciendo. Necesitan muchos cuidados y todo el tiempo que se le quiera dedicar porque “siempre hay algo que hacer”. En el caso de ellas, tienen un problema de sombras porque por el diseño del espacio, el sol no llega a todas partes. Pero ninguna planta se va a morir por esto porque ahí está Celeste subiendo las macetas a la azotea para que estén contentas. Las sube y las baja según las va viendo.
Aquí no hay ciencia exacta. Aquí lo que hay es una experiencia y una vocación que con solo ver las flores ya sabe lo que necesita. Igual que Celeste sabe que tiene que poner más de una maceta en alto porque su madre es de riego abundante “y me las ahoga”, confiesa con risa, “así por lo menos no les cae tanta agua porque por mucho que le digo para ella siempre les falta agua”.
"Botánica de andar por casa"
Hace cinco años que cambiaron las macetas para ponerlas de color rojo y compró algunas plantas nuevas. Cada dos por tres los visitantes le preguntaban cómo se llamaban y decidió colgar un letrero. A día de hoy, todas las plantas tienen un pequeño cartel con su nombre. “Somos el patio de los letreritos… pero esto es botánica de andar por casa”, explica Celeste. Ella le pone los nombres populares. Por ejemplo en el cartel del ‘Abutilon megapotamicum’, ponen Farolillo Chino: “Lo pongo como lo conocemos aquí”.