El día que el cáncer llegó a la vida de Nuria Tamayo no vino solo. Trajo miedos, incertidumbres y preocupaciones que hasta entonces desconocía. Lo que Nuria nunca llegó imaginar es que el cáncer también traería el yoga a su vida... Pero ahí estaba, dispuesto a convertirse en la ventana por la que asomarse a coger aire mientras el cáncer entraba en casa.
"La primera vez que puse mis pies sobre una esterilla de Yoga estaba en tratamiento de radioterapia por un cáncer de mama", cuenta Nuria a NIUS. Mientras su cuerpo luchaba contra la enfermedad, su cabeza estaba en otra batalla."Gracias a la práctica del yoga reconecté con mi cuerpo y conmigo misma", explica.
El ejercicio le ayudó a descomprimir articulaciones, relajar la musculatura y ahondar en su respiración. "Así reduje la ansiedad y la sensación de culpabilidad", dice Nuria, a la que primero el cáncer y luego el Yoga ha cambiado la vida.
Nuria Tamayo siempre fue periodista, y lo sigue siendo. Su rostro ha pasado por buena parte de las televisiones del país. Ahora además es profesora de yoga Hatha, la disciplina que le había hecho de tabla de salvación en los días más difíciles. Ahora Nuria quería pasar esa tabla a otras personas que estuvieran pasando por lo que ella sintió.
Así que tras su recuperación, decidió formarse en yoga oncológico. "Hay muchos pacientes que ya sea por su previa forma física o por la dureza de los tratamientos, necesitan una clase especial". Esa clase la da ella ahora y se adapta a cada alumno. Para ello utiliza diferentes ásanas, posturas que buscan equilibrar cuerpo y mente, así como con técnicas de Yoga Restaurativo.
En sus clases, Nuria combina ejercicios de estiramiento que mejoran la flexibilidad y recuperan la musculatura. Así, ayuda sobre todo a reducir el estrés, pero también a conciliar el sueño y combatir la depresión. Respirar, meditar y relajarse: tres pasos que no curan, pero sanan.