Esta es una historia pequeña, basta una mano para cogerla, pero ha corrido como la pólvora entre agricultores y ecologistas de Almería. Es la historia de dos pájaros, una pareja de verderones, que decidieron poner su nido dentro de un invernadero... con tanta suerte que eligieron el de Antonio Nieto.
Además de agricultor, Antonio es un gran apasionado de la ornitología. Desde pequeño, los pájaros son su debilidad y hoy en día tiene más de 160 canarios de cría. “Todo empezó el día en que mi primo me regaló dos canarios”, nos explica Antonio. Y lo que comenzó como una curiosidad, se convirtió en afición y después en profesión. Hoy en día, además de sus 6 hectáreas de invernaderos en Cabo de Gata, Antonio es juez de la especialidad de color en la Federación Ornitológica Cultural y Deportiva Española.
Por eso, y quizás sin eso también, el día en el que de repente apareció un nido con cinco huevos sobre una de sus 90.000 tomateras, Antonio no se lo pensó dos veces. Le dijo a todos sus trabajadores que no tocaran esa rama dentro del invernadero y en plena campaña de recogida del tomate acordonó cuatro plantas para proteger el nido “hasta que salgan del huevo los polluelos”.
En julio, los cinco pequeños verderones salieron del cascarón. En ese momento, en el invernadero ya no quedaba nada ni nadie. Con el resto de la cosecha recogida, era el momento de limpiar, desinfectar el suelo, revisar plásticos… pero Antonio lo paralizó todo “hasta que salten del nido”, dijo de nuevo.
Unos agujeros en el plástico del techo permitían el paso y sus padres iban y venían con alimento, mientras Antonio veía como crecían. Las cuatro ramas acordonadas seguían esperando a que las crías saltaran del nido y las fotos que hizo un amigo empezaron a compartirse primero entre otros agricultores; luego llegó a empresas vinculadas al campo y por último a asociaciones ecologistas de la provincia.
Poco a poco, el nido de cinco pequeños verderones que ocupaba una hectárea de invernadero se convirtió en un motivo de orgullo para muchos compañeros del campo. “La gente decía cosas buenas de mí en los comentarios”, dice Antonio, “y eso me motiva”. Especialmente le hicieron ilusión los mensajes que llegaron de otros jueces de España.
Hace tan solo unas semanas, los cinco polluelos saltaron del nido y abandonaron por fin el invernadero. Antonio ya ha vuelto a sembrar una nueva cosecha de tomates y de todo esto queda solo el recuerdo de cinco verderones que un día tuvieron la suerte de nacer bajo los plásticos de Antonio Nieto, el agricultor que amaba los pájaros.