Óscar y Gloria llevan años investigando la época de la dictadura de Franco. Habían leído todo tipo de documentos, pero esta vez era distinto. Frente a ellos no había grandes escritores, ni historiadores, había niños escribiendo cartas a mano pidiendo trabajos para sus padres, esposas suplicando indultos para sus maridos o viudas solicitando ayuda para dar de comer a sus hijos.
"Son personas normales y corrientes con sus anhelos y sus preocupaciones", dice Gloria Román, de la Universidad de Granada, que junto a Óscar Rodríguez, de la Universidad de Almería, han revisado casi un millar de las cartas que recibió el dictador entre 1936 y 1949. "Es una España extremadamente mísera", dice Óscar, "un contexto de hambruna en el que fallecieron hasta 200.000 personas por cuestiones relativas al hambre".
En ese escenario, Franco recibió miles de cartas de ciudadanos con todo tipo de peticiones, a veces también para denunciar la corrupción moral de vecinos... e incluso, en ocasiones, las dos cosas a la vez. "En una misma carta denuncian a un personaje de la localidad por caciquismo a la vez que solicitan que a su hijo le libren de la mili por ser viuda de caído".
Óscar recuerda bien la carta de una gallega llamada Consuelo. "Vivía en Barcelona con su novio, pero le dejó por otra mujer", dice el investigador. Consuelo decidió escribir una carta pidiendo que lo castigaran por ello. "Decía que no pedía que le mataran, pero en consideración de que ella era gallega igual que Franco, que al menos perdiera el empleo que tenía en los tranvías".
Era la España mísera y extrema de la guerra y la posguerra y estas cartas eran un canal para la esperanza. Escritas con extrema humildad, usaban la estrategia del respeto y la alabanza para conseguir sus fines. Apenas llegaban críticas y en cambio no era extraño recibir peticiones de autógrafos. Entre ellas, la de un niño cubano que coleccionaba autógrafos de personajes como Hitler o Mussolini y quería tener el de Franco.
Sin embargo, muchas de las cartas que se remitían al Palacio Real del Pardo del Pardo, solicitaban indultos o clemencia para algún familiar, muchas otras pedían ayuda o un trabajo... Y para ello usaban todo tipo de argumentos "como ser viuda de caído o de excombatiente o ser un antiguo perseguido por los rojos".
Muchas de las cartas se dirigían a su mujer, Carmen Polo, e incluso a su hija, Carmen Franco, sobre todo las escritas por niños. "Hay niños que piden a Carmencita que interceda por su padre para que le permuten una pena de muerte", dice Gloria Román que actualmente trabaja con la Beca Leonardo de la Fundación BBVA en el proyecto 'Los niños de Franco. Miserias y estrategias de una infancia en dictadura'.
"Hay una carta que dirigida a Carmencita para que le pida a los Reyes Magos unos zapatos para ella porque durante Pascuas no había podido salir al no tener calzado", cuenta Gloria. Otra niña le pide a la hija de Franco una muñeca para poder compartirla con las 42 compañeras del hogar de beneficencia en el que viven, muchas de ellas huérfanas a causa de la guerra.
La mayoría de las cartas no consiguieron más que una respuesta por escrito donde redirigían sus peticiones a otros organismos competentes como ayuntamientos o gobernadores. "Aun así, el solo hecho ya de mandar la carta podía suponer un alivio emocional para las familias", dice Gloria, "estaban haciendo algo mientras sus hijos se morían de hambre".
Hoy el dolor que escondían esas líneas entre halagos y súplicas sirve también para conocer una España que no escribieron ni vencedores, ni vencidos, sino todas aquellas personas anónimas cuyas vidas quedaron atrapadas en un país dividido. Ahora, 75 años después, sus cartas han llegado a un nuevo destino: contar otra versión de lo sucedido.
Suscríbete a las newsletters de Informativos Telecinco y te contamos las noticias en tu mail.
Síguenos en nuestro canal de WhatsApp y conoce toda la actualidad al momento.