La primera vez que vio una guitarra era tan solo un niño y fue como volver a nacer. "Mi padre me llevó a un taller y el hijo del mecánico estaba tocando", dice Daniel, que recuerda cómo suplicó hasta que sus padres le apuntaron a clases. Desde entonces siempre ha tenido una guitarra cerca.
Aprendió de Manolo Sanlúcar, acompañó a Juanito Valderrama, sacó sus propios discos y ganó todos los premios que se pueden ganar con una guitarra, incluido el prestigioso Festival Nacional del Cante de las Minas. Luego salió de España y siguió triunfando: América, Japón... Daniel no paraba de crecer, aunque todos seguían llamándole el Niño de Pura.
Sin embargo, en 2015 empezó a sentir que algo no iba bien con su mano izquierda. "La pierna también me fallaba y fui al traumatólogo", explica Daniel. El médico no encontró nada y lo derivó al neurólogo. "Me hicieron un TAC para comprobar lo que ya sospechaba", explica el guitarrista, "tenía Parkinson".
"Al principio no lo llevaba mal, como era deportista, eso lo frenaba un poco", explica el artista, que decidió no decírselo a nadie. "No quería que lo supieran", y Daniel siguió subiéndose a los escenarios de todo el mundo escondiendo una enfermedad que avanzaba poco a poco.
Así lo hizo en el Festival de la Guitarra de Córdoba, uno de los más importantes de España. Nervioso por si el Parkinson le hacía tocar mal, sin la destreza con la que solía actuar. "La presión era muy grande", dice Daniel... y la presión no era nada buena para su enfermedad.
A sus 57 años, el Parkinson sigue avanzando. "Para subirse a un escenario hay que estar al cien por cien, y yo estoy ya al noventa o el ochenta por cien", dice el Niño de Pura, "va despacito, pero no me puedo arriesgar". Así que ha decidido retirarse. "Me voy ahora que aún puedo tocar".
"No quiero dejarlo para más adelante, quiero despedirme bien y que mis admiradores se lleven un bueno recuerdo", dice Daniel, que ha organizado para su adiós una pequeña gira de cuatro conciertos en Sevilla, Córdoba, Huelva y Barcelona y en el que le acompañarán artistas como Arcángel, Manuel Lombo o Argentina.
El Niño de Pruna afronta los conciertos más relajado, sin la tensión de esconder tras la música la enfermedad que padecía. "Ahora que la gente lo sabe tocaré más tranquilo", cuenta el guitarrista a Informativos Telecinco, "el público me perdonará, por ejemplo, que no me salga bien un picado".
Daniel se va obligado, renunciando a lo que más ha amado. "Es muy duro", confiesa, "como si a un cantaor le dicen que tiene cáncer de garganta o a un corredor que se quedará en silla de ruedas... Es como matarlo". Y mientras espera su último aplauso, sigue recordando como si fuera ayer esa primera vez que vio una guitarra y sintió que volvía a nacer.