Paula acaba de cumplir 50 años y se siente más joven que nunca. Y no por su edad, sino porque ahora está haciendo lo que realmente ha querido siempre en la vida: es artesana y ceramista, ha logrado vivir en Inglaterra durante algunos años para mejorar su inglés y ahora ha montado su propio negocio en Granada, su tierra natal.
Pero hace unos 20 años su vida no era así. Trabajaba como contable en una empresa, algo que había hecho prácticamente desde niña en la frutería que regentaba su padre. Sin embargo, presentía que algo no iba bien. Un día, al sentarse en su mesa de la oficina, notó una sensación extraña. "Me ahogaba y, de repente, empecé a llorar y no podía parar", recuerda Paula a Niusdiario.
Ese ataque de ansiedad fue la señal que necesitaba para cambiar de vida. "Tenía 30 años, me estaba separando de mi marido y no sabía qué iba a hacer con mi vida, pero tenía claro que así no podía seguir, así que recordé que siempre había soñado con restaurar una casa y me apunté a un módulo para estudiar diseño de interiores", explica.
Allí fue donde un profesor plantó la semilla para que Paula descubriera realmente su vocación. Al ver cómo dibujaba, le animó a estudiar Bellas Artes, algo para lo que tuvo que marcharse a Sevilla. Y una vez que terminó la carrera, Paula siguió cumpliendo sueños y se marchó a Inglaterra a estudiar inglés.
"Imagíname con más de 45 años y aprendiendo inglés sola en Inglaterra. Era casi una locura, pero necesitaba hacerlo para que todo siguiera fluyendo en mi vida", cuenta emocionada esta artista que, después de dos años en ese país volvía a su ciudad natal con una mentalidad totalmente renovada y con ganas de emprender en su propio negocio.
Y así fue como se trasladó a la localidad de Monachil, a los pies de Sierra Nevada, y entró en contacto con una francesa propietaria de una floristería. Ella le dio nuevamente el impulso para seguir con sus planes y le ofreció una pequeña sala en su local para montar un taller de alfarería y cerámica.
Sin embargo, "no todo puede ser un camino de rosas", reconoce Paula, quien con los gastos de alquileres y materiales no puede hacer frente al último paso para que le falta para que su sueño sea perfecto al 100 por cien. Necesita casi 2.500 euros para comprar un horno eléctrico con el que poder terminar sus creaciones. "Hasta ahora estoy llevando las piezas de mis alumnos a los hornos de algunos colegas, pero tampoco puedo seguir así".
"Tener un horno en mi estudio me hará dar un paso gigante hacia mi desarrollo como artista, facilitando mi vida en muchos aspectos. Modelar me conecta. La cerámica me abrió las puertas para desarrollar mi don. Es un mundo maravilloso donde siempre estás aprendiendo", indica Paula, quien ha creado un crowdfunding para ver si puede terminar de conseguir el dinero.
Y para todos los que quieran ayudarle a hacer su proyecto realidad, esta artesana granadina ha preparado un detalle muy especial: unas tazas realizadas en barro blanco de alta temperatura y decoradas con engobes "y, por supuesto, horneadas en el nuevo horno a 1.250ºC", porque "hacer tazas a mano me llena el alma de paz y siento que ahí les ofrezco parte de mi magia para que la tomen en cada sorbito que den en ellas".