Santi Rodríguez tiene 66 años y lleva 16 diseñando y montando el Belén de La Puebla del Río (Sevilla). Un trabajo al que dedica casi la mitad del año. “Empezamos en octubre y terminamos de desmontarlo en Semana Santa”, cuenta a NIUS. Porque este Belén monumental lo protagonizan más de un centenar de figuras, se extiende a lo largo de 64 metros cuadrados y alcanza una altura de cinco metros. Una auténtica ciudad, en pleno ayuntamiento.
“Siempre he tenido esta afición desde pequeño. Al hacerme mayor, la abandoné y la volví a recuperar cuando nació mi hijo”, explica. Empezó utilizando una mesa de playa y terminó ocupando medio salón. “Se me dan bien las manualidades y me gusta”, asegura. Una vocación que no ha coincidido con la que ha sido su profesión hasta jubilarse, la de vendedor de zapatos en unos grandes almacenes.
Hace ya tiempo que Santi tiene pensado cómo será el Belén de la próxima Navidad. Sobre una estructura de madera, dará forma a más de 2.000 kilos de corcho. Lola, su mujer, lo ayuda en esta complicada tarea a la que llegan a dedicar de 10 a 12 horas diarias, durante 60 días. “Este año me siento con menos fuerza y necesito ayuda”, lamenta Santi que ha hecho un llamamiento, a través del ayuntamiento, para que los vecinos, especialmente los jóvenes, colaboren.
“El problema es que somos siempre los mismos y cada vez más mayores”, apunta el belenista. Electricidad, carpintería, fontanería, manualidades. Cualquier ayuda es bien recibida por este matrimonio que, cada año, hace posible la magia de la Navidad en su pueblo. “Llegamos a poner 12.000 tornillos y más de 200 metros de cable”, insiste.
Es por ello que el Belén Municipal de La Puebla del Río se ha convertido en uno de los grandes atractivos de la provincia y atrae, cada año, a más visitantes. En la pasada edición, Santi sorprendió con un espectacular barco egipcio, que se pudo contemplar flotando en el río, y una bodega de la época. También dispone del Palacio de Herodes, inspirado en la fortaleza de Masada, y una auténtica gruta que deja boquiabiertos a los visitantes, con ocho metros de longitud y más de uno de altura.
En esta ocasión, el proyecto son unas columnas salomónicas que este manitas lleva años desarrollando y que, poco a poco, van cogiendo forma. Pero, para hacerlo realidad, el artista necesita la ayuda de sus vecinos. “Otros años, suelen salir de dos a cinco voluntarios”, explica. Pocas manos para un trabajo descomunal que, una vez terminado, llena de ilusión a muchos.