Juan, el payaso de circo que volvió a reír gracias a los vecinos de Pinos Genil: "Me han devuelto la vida"

La vida para Juan Alcázar no ha sido fácil. Su padre tenía un circo itinerante y allí comenzó a dar sus primeros pasos haciendo equilibrismos con platos hasta que a los 12 años empezó a trabajar para el circo Bruselas. Fueron años muy difíciles en los que reconoce que no tener un sitio estable donde vivir le costaba mucho.

Sin embargo, con los años aprendió a disfrutar de la vida itinerante de los artistas de circo. Tanto es así que decidió montar el suyo propio: el Gran Circo Apolo.

Durante años, este hombre sencillo viajó junto a su familia por todos los pueblos de la geografía española para hacer las delicias de niños y mayores con sus espectáculos. Perdió todo en 2017 y en 2019 volvió a resurgir gracias a un inversor malagueño que le ayudó a reflotar su circo. Y así fue como en marzo de 2020 llegó al municipio granadino de Pinos Genil.

Nada hacía prever que la vida de Juan iba a dar un vuelco de nuevo.

Porque mientras estaban montando la carpa central con los asientos, las luces, los sonidos, el atrezzo y todo lo que conlleva preparar los shows, la pandemia del Covid-19 hacía que el presidente del Gobierno decretara el estado de alarma y el confinamiento de todos los ciudadanos, incluidos Juan, su familia y todos los artistas que lo acompañaban, que se quedaron atrapados en esta localidad con la pena de no poder hacer disfrutar a los pineros con la 'magia' del circo.

Así fue como Juan lo perdió absolutamente todo. Y mientras sus compañeros decidieron buscarse la vida por otros derroteros cuando acabó el confinamiento, su familia y él aprovecharon para disfrutar durante un tiempo de la tranquilidad de la montaña. Pero, claro, no tenían trabajo y lo único que sabían hacer no podían hacerlo. Pero la solidaridad de todos los vecinos hicieron posible que este payaso de circo volviera a reír.

"Un día me acerqué al alcalde, le conté mi situación y él me dijo que 'en su pueblo no pasaría hambre'. Me dijo que fuera a una tienda a pedir algo de comer. Recuerdo que pasé 10 minutos delante de la puerta sin saber si entrar o no porque me moría de la vergüenza. Hasta que salió el dueño, me obligó a entrar y cuando le pedí un tomate y un par de pimientos se rio de mí y salí de allí con hamburguesas y varios kilos de fruta y verdura", cuenta aun emocionado.

Después de eso, desde el Ayuntamiento se organizó el primer circo de Pinos Genil. Había poco más de un escenario, unas luces y un reproductor de música. "El propio alcalde puso una caja en la entrada para donativos de los vecinos y aquello fue una revolución. Nunca sabré cómo agradecerle a todos lo que hicieron por nosotros porque nos han devuelto la vida", explica Juan con voz entrecortada.

A partir de entonces, y de eso hace ya 3 años, Juan, su mujer, su hija y su yerno se han convertido en unos pineros más. Él trabaja de vez en cuando como barrendero municipal y como aparcacoches; ella, como trabajadora de la limpieza con contratos temporales.

Y varias veces al año montan su particular espectáculo circense al que no le falta de nada: tienen malabaristas con pelotas, con fuego, juegos de equilibro, representaciones cómicas, magia y animales. Porque sus seis perritos se convierten también en protagonistas de sus shows y "los niños están encantados de verlos saltar los aros con tanta gracia".

Pero, como él mismo reconoce, nada sería posible sin algunos vecinos que también se han unido a su modesto circo para mostrar sus habilidades y que le ayudan a que entre todos no tengan nada que envidiarle a los más famosos circos mundiales.

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