Cuando George llegó al refugio hace cuatro años, ya se había rendido. Lo encontraron tirado en una rotonda en La Mojonera (Almería). Lleno de mordiscos, no tenía fuerzas para levantarse. Este cruce de labrador con bretón había sido atacado por otros perros y, debido a su edad, no había podido defenderse. También tenía un perdigón clavado en una de sus patas, gravemente afectadas ya por la artrosis.
Cuatro años después, este abuelo perruno sigue esperando un hogar. “Ni merece, ni tiene ya fuerzas para vivir aquí”, nos cuentan desde el refugio canino La Reserva, donde la estancia para animales con cierta edad se hace complicada. “Estamos en mitad del campo y, aunque tienen su sombra, hace mucho calor. De la misma forma, en invierno, con la humedad y el frío sufren de los huesos”, explica Ana Belén García, una de sus voluntarias.
Aquí pasa sus días George, al que es difícil ver de pie. “Él solo quiere un rincón para descansar tranquilo. Es un perro que no da trabajo porque ya no demanda juegos ni paseos, solo necesita su cacharro con agua y comida”, asegura. Y aunque pasa desapercibido, está muy presente. George es uno de esos animales que cuando los ves, impacta. “Mirándole te sientes mal por no poder hacer nada más por él, salvo seguir buscándole una familia definitiva”, lamenta Ana Belén.
Desde que está en el refugio, nadie se ha interesado en adoptarlo. Es el pan nuestro de cada día, nos cuentan, en el caso de animales enfermos o mayores. “La gente quiere un cachorro que le dure muchos años. Tenemos varios abuelos y lo normal es que terminen muriendo aquí de viejos”, señala.
Sin embargo, no pierden la esperanza. “No tiene ninguna enfermedad, se lleva bien con todos los perros, no ladra”, enumera Ana Belén, que asegura que, aunque acarrea una vida dura a sus espaldas, sigue confiando en los humanos. “Se deja acariciar sin problema y agradece cualquier gesto de cariño por pequeño que sea”, apunta.
En La Reserva acogen, actualmente, a 170 perros. De ellos, casi un 15 por ciento son mayores de diez años. Abuelos, como George, que van a acabar sus días sin un hogar, ni una familia que los quiera. “¿Qué le quedan? ¿Uno o dos años?”, se pregunta Ana Belén que insiste en la importancia de ayudar a estos animales que son los que verdaderamente necesitan un sofá blandito y una ración diaria de cariño. Y terminar así, con un final feliz, una vida que no los ha tratado como merecían.