Frankie es una tortuga marina Caretta de más de 100 kilos de peso y 120 centímetros de largo. Tiene alrededor de 15 años y un reto por delante que le está costando. En dos semanas tiene que estar lista para su nueva vida en libertad, pero lleva años encerrada en un acuario de Benalmádena y apenas sabe lo que es vivir en el mar.
"Había crecido mucho y el espacio no reunía las condiciones", dice Eva Morón, coordinadora de la Asociación Equinac, a la que se ha encargado el entrenamiento de la tortuga antes de su puesta en libertad. Para ello, hace unos días fue trasladada hasta el puerto deportivo de Almerimar, en Almería.
Después de un fin de semana aclimatándose a su nuevo espacio, han comenzado los ejercicios. Una rutina de actividades que pretenden devolverle la fuerza que ya no tiene. "Al principio no se defendía, no hacía nada, podías hacer con ella lo que querías", explica Eva Morón.
Sus partes más débiles son las aletas, por eso el día empieza con ejercicios de natación en una piscina de agua de mar. Allí un sistema por impulsos genera bajo el agua una serie de contracorrientes a las que se enfrenta Frankie. "Lo que hacemos es que tenga que trabajar contra esas corrientes", dice Eva Morón, "ya que en caso de temporales tiene que poder salir a respirar y con el oleaje le costaría".
Después de un descanso, Frankie se prepara para un segundo ejercicio ya en una zona menos profunda de la piscina. Cerca de unas escaleras, los voluntarios de Equinac la sujetan por las aletas simulando ser un depredador que la engancha. "Al principio no sabía qué hacer", explica Eva, pero enseguida al verse atrapada el instinto de siglos de supervivencia le lleva a intentar morder hasta soltarse.
La supervivencia también depende del alimento y Frankie está acostumbrada a comer pescado muerto, algo que muy difícilmente encontrará en el mar cuando esté en libertad. "La tortuga no caza como los delfines, son oportunistas", explica Eva y por eso han empezado a cambiarle el pescado muerto por medusas vivas, cangrejos o mejillones, "además de vegetal simulando la posidonia", de la que también se puede alimentar.
Cada día se repiten estos ejercicios y se incorporan nuevas actividades. "Ella acaba echa polvo... y nosotros con ella", confiesa Eva, y aun queda por aprender una de las lecciones más importantes. "Frankie no ha experimentado la descompresión", explica la coordinadora, bajar y subir en el mar grandes profundidades puede producir embolias gaseoas. Sin embargo, no podrá aprenderlo hasta que no la suelten.
Eva ya cuenta los días que quedan para la semana del 17 de agosto. En esas fechas soltarán a Frankie en la costa de Almería con un transmisor para poder controlarla. Frankie vuelve a ser libre gracias al trabajo de la asociación Equinac en colaboración con la Junta de Andalucía y Almerimar S.A., la empresa gestora del puerto deportivo que ha facilitado todo el trabajo.
Antes de eso, la tortuga deberá pasar tres o cuatro días en un recinto cerrado dentro del mar con una malla muy dura para que no pueda escaparse. "Tiene que experimentar lo que es el mar", explica Eva, algo que había olvidado, pero que ya empieza a recordar. Y mientras espera su libertad, Frankie pasa los días pegada siempre a la misma pared de la piscina... la que da al mar.