"Ya no podemos aguantar más esta situación. Estamos desesperados". Es el grito que hacen medio centenar de personas que viven en la urbanización VOSA, ubicada en la Carretera de la Playa, del municipio de Isla Cristina, en Huelva. Y todo porque desde hace más de un año una colmena de abejas silvestres se ha instalado en la cornisa de uno de los edificios y campan a sus anchas por el recinto.
Antonio Rodríguez es uno de los vecinos afectados. La colmena se ha instalado a escasos 3 metros de la ventana de su salón. Tienen una hija alérgica a la picadura de estos insectos y viven con el miedo en el cuerpo cada vez que una de estas inquilinas no deseadas entra en su casa.
Lo peor llega al atardecer, cuando las abejas regresan de recolectar el polen para pasar la noche. "Son tantas que no entran en los panales y buscan cualquier recoveco para reposar", explica a Niusdiario este vecino que asegura que los insectos muerden las mosquiteras y entran por los huecos de los anclajes de las persianas buscando el fresquito del interior de las viviendas.
"Vivimos en una cárcel. Las ventanas cerradas y las persianas bajadas incluso para comer. Además, hemos tenido que instalar sistemas de cierre hermético en las habitaciones para que si dejamos una ventana abierta no se cuelen en el resto de la casa porque pueden picarle a nuestra hija", lamenta angustiado por la situación.
Y así se aprecia en los vídeos y las fotos a los que hemos tenido acceso. El ruido es ensordecedor. Las paredes de los portales y las cristaleras están salpicadas de manchas negras que no son fallo en la pintura. Son "millones de abejas" que han okupado estos cinco edificios sin permiso de sus dueños.
"Es difícil contabilizar cuántas abejas hay. Cada día se multiplican y la colmena cada vez es más grande. Pero los apicultores calculan que hay 3 o 4 panales con millones de abejas", cuenta Antonio.
El problema surge en que se trata de una especie protegida por la Ley 42/2007, 13 de Diciembre, del Patrimonio Natural de la Biodiversidad, al considerar que son esenciales para la vida en la tierra. De hecho, en el artículo 52.3 explica expresamente la prohibición de "dar muerte, dañar, molestar o inquietar intencionalmente a los animales silvestres, sea cual fuere el método empleado o la fase de su ciclo biológico". Es decir, que estos vecinos tampoco pueden capturarlas ni siquiera para llevarlas a otro lugar en el que no molesten a nadie.
Para colmo, la colmena está instalada bajo una cornisa de unos 50 centímetros de ancho a una altura de 15 metros, con lo que Antonio lamenta que "no puede venir cualquier apicultor y quitarla desde el exterior", ya que tiene que ser alguien que esté preparado para trabajar en altura con los sistemas de seguridad reglamentarios.
¿Y entonces qué pueden hacer? Pues, según los apicultores con los que ha contactado Antonio, la "única" solución es "romper" los muros de su casa -"pagándolo yo, porque ningún seguro de vivienda se hace cargo de esos gastos", especifica- para sacar a los enjambres de abejas panal por panal para que así no muera ningún ejemplar. Y tienen que hacerlo en verano porque en invierno es cuando ponen los huevos.
"Pero tampoco me garantizan poder sacar todos los panales porque las cámaras de aire interiores pueden estar comunicadas y no podrían romperlas", dice Antonio que, como sus otros 50 vecinos, han acudido "a todos lados" para tratar de encontrar una solución que no llega por parte de las administraciones públicas y que hace que la situación se haga cada vez más insoportable.