Mohamed, jefe de cocina de un restaurante de Sevilla tras jugarse la vida en una patera: “Mi sueño es ganar una estrella Michelín”
Mohamed llegó a España hace cuatro años, tras una arriesgada travesía, y encontró en los fogones su vocación
Empezó cocinando para sus compañeros en el centro de acogida y ahora tiene a tres personas a su cargo en un restaurante de la capital hispalense
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A los 21 años, Mohamed tiene una vocación, un sueldo y un hogar. Ha cumplido el sueño por el que dejó su país, poniendo en juego su vida a bordo de una patera. De eso hace más de cuatro años. Una dura travesía desde Marruecos en la que, dice, sintió mucho miedo e invirtió todos sus ahorros. “Era la cuarta vez que lo intentaba”, reconoce a NIUS.
Como muchos menores que llegan a España en situación irregular, pasó por varios centros de acogida hasta cumplir la mayoría de edad. Fue entonces cuando empezó a interesarse por los fogones y la cocina. “Les hacía de comer a mis compañeros en el centro de acogida. Pescado al horno, guisos, salmorejo... no tenía mucho tiempo, pero se me daba bien”, explica.
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Por eso, no desaprovechó la oportunidad de entrar a trabajar, por mediación de una de sus educadoras, en La Barca de Calderón, un restaurante de Sevilla. En principio, un contrato en prácticas de dos meses. Cuando empezó ni siquiera hablaba bien el idioma, pero Enrique, propietario y jefe de Mohamed, lo acogió como a un hijo. “Llegó y no sabía hacer nada, pero le ponía muchas ganas y aprendía rápido”, recuerda.
“Todo lo que sé me lo ha enseñado él”, reconoce Mohamed, que durante los primeros meses no se separaba de su maestro. “Siempre pegado a mi”, recuerda Enrique. Aprendía así los secretos del oficio. Guisos caseros, emplatados, elaboraciones más complejas... En poco tiempo, el joven pasaba de estar en prácticas a ser nombrado jefe de cocina, con tres empleados a su cargo.
“Es muy exigente consigo mismo y con los demás. Hasta que las cosas no se hacen bien, no para”, asegura Enrique, que reconoce que su aprendiz tiene mucho talento. Pero si hay algo que se le da bien cocinar a Mohamed es, como no podía ser de otra forma, la pastela. “Soy el único aquí que sabe hacerla y me la piden mucho”, nos explica. Una auténtico manjar que lo traslada a miles de kilómetros de distancia, a Beni Melal, su hogar al sur de Rabat, en el centro del país.
Formarse y ganar una estrella Michelín
Su objetivo ahora es poder formarse en este oficio, al que quiere dedicar su vida, y pone el listón bien alto. “Intentar ganar una estrella Michelín, por lo menos”, nos revela. Un futuro por el que lucha desde un presente del que, reconoce, se siente muy orgulloso. “Es lo que siempre había soñado”, asegura.
Mohamed es un ejemplo de superación, de esfuerzo y de constancia. “Siempre ha sido especial”, reconocen en la ONG Luz Azul, una organización que trabaja para ofrecer oportunidades de futuro a jóvenes en riesgo de exclusión sociolaboral. “Buscan la oportunidad de futuro que les falta en sus países donde trabajan trabajan una jornada completa de 8 horas para ganar 7 euros. Cuando no hay esperanza de progresar y tener una vida digna, lo único que les queda es la inmigración”, lamenta María Guevara, presidenta de Luz Azul.
En esta ocasión, la historia tiene un final feliz. Otros en cambio, perdieron la vida en ese intento desesperado por un futuro mejor al otro lado del Mediterráneo. Lejos de un hogar en el que no es posible vivir dignamente.