En 2003 Antonio Luque trabajaba como maquinista en una empresa dedicada al movimiento de tierras. Iba de obra en obra por Antequera (Málaga) hasta que un día les llamaron para hacer los lagos del nuevo campo de golf. "Yo no había visto una bola de golf en mi vida", dice Antonio... Y hoy vende miles de ellas por todo el país.
Todo empezó en aquella obra. Mientras Antonio trabajaba en el campo de golf empezó a encontrarse bolas tiradas y se le ocurrió recogerlas. Luego se las entregaba a algún jugador que se cruzaba en su camino... hasta que un día el que se cruzó fue un jardinero. "Me dijo que cuánto me estaban dando por las pelotas", explica Antonio, que hasta ese momento no conocía el negocio de las bolas recuperadas.
A partir de entonces las bolas que iba recogiendo las guardaba en casa y cuando tuvo las suficientes intentó venderlas. "Los jardineros no te dicen a quién las venden ellos", dice Antonio. Así que se fue con sus 500 pelotas al aparcamiento del campo de golf y allí colocó un cartulina diciendo que las vendía. "Me llamó un jugador y me las compró todas", recuerda ahora.
"Con ese dinero tenía para pagar el gasoil y para irme con mi mujer a comer por ahí", dice Antonio, que desde entonces cada tarde se iba a buscar más bolas para recoger. "Llegue a juntar hasta 1.800 pelotas de golf en mi casa", explica a NIUS... Y volvió a venderlas a otro jugador. En ese momento se dio cuenta de que ahí había un negocio.
Empezó a ver las pelotas de golf como una forma de ganarse la vida, pero antes quería cambiar algunas cosas. Se acabó lo de vender las pelotas en el aparcamiento, lo iba a hacer a través de Internet. El problema es que ni siquiera tenía ordenador, así que se compró uno y creó su propia página web.
También cambió la forma de recuperar pelotas. Ya no iba por su cuenta, hizo un contrato con el campo de golf de Antequera para encargarse de recuperar todas aquellas bolas que habían caído dentro del lago. "El problema es que esas bolas, cuando se tiran mucho tiempo en el agua se perjudican", dice Antonio, que volvió a reinventarse.
Contactó con una serie de colaboradores que recogían bolas en los alrededores de distintos campos de golf, principalmente por la provincia de Málaga. "Fuengirola, Marbella, Estepona... y alguno cerca de Sotogrande", dice Antonio. Acordó con ellos comprar todas las bolas que recuperasen cada semana y así los dos salían ganando: ellos siempre tienen comprador y Antonio siempre tiene bolas.
Las bolas le llegan lavadas, pero antes de venderlas les vuelva a limpiar. Cada pelota que vende puede estar entre los 14 céntimos y 1,85 euros y se venden en paquetes de 25. "He llegado a vender más de 30.000 bolas en un mes", dice Antonio, aunque ninguna de ellas las ha recogido él. "Es imposible", explica a NIUS, "yo ya no tengo tiempo para ir al campo de golf".
Antonio ahora se encarga de preparar los pedidos que recibe a diario. Es un trabajo minucioso en el que clasifica las bolas por marca y modelo... pero hay mucho más. "Hay bolas para jugadores con handicap bajos o para principiantes, según el swing que tenga, si le pega más suave o más fuerte", dice Antonio, que ha aprendido de recoger más que de jugar. "No tengo tiempo para el golf, y si tengo tiempo, prefiero salir a pescar".