El arte de Leyre, la joven sevillana que baila bulerías en silla de ruedas: “No quiero transmitir pena ni ternura, sino belleza”
Esta joven de 24 años afincada en Sevilla baila flamenco, a pesar de que una malformación congénita la obliga a usar silla de ruedas
Eso no impide que encandile a todos con su forma de trabajar el tronco superior y marcar el compás de oído
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Leyre de Garay nació hace 24 años con espina bífida, una malformación congénita que la obliga a vivir en silla de ruedas. Eso, sin embargo, no ha impedido que esta sevillana de adopción haya dado rienda suelta a una de sus pasiones: el flamenco. “Siendo muy pequeña, con 2 ó 3 años, ya tenía cualidades para la música y empecé a cantar”, cuenta a NIUS.
Pero su cuerpo le pedía más y, hace siete años, esta joven comenzó también a bailar. Lo hace sentada en su silla con todo el arte que le corre por las venas. El vídeo de una de sus clases en la academia Jerez por Derecho, en Sevilla, ha revolucionado las redes sociales. En él, la joven baila por bulerías. “Sigue el compás, escucha el cante, remata, llama, acompaña los cambios de sentido”, como reconocen algunos de los artistas que la han visto.
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Leyre se estrenó en el baile con José Galán, que lleva una compañía de flamenco inclusivo. “Lo vi en un programa de televisión con una chica en silla de ruedas y pensé: ¿por qué no? Hasta entonces no me lo había planteado”, asegura. Por motivos de salud tuvo que dejarlo y, hace unos meses volvía a retomar su pasión. “Es una forma de expresarme y de vivirlo de forma diferente a como lo había hecho hasta ahora. He entendido que yo también puedo bailar y que mi baile puede aportar mucho”, reconoce.
Trabaja con el tronco superior y marca el compás de oído
No quiere transmitir ternura, ni pena, ni ser motivo de gracia. “No bailo para ser graciosa, ya no tengo edad para eso. Bailo porque considero que puedo hacer arte y transmitir belleza”, defiende. Porque ella, sentada en una silla de ruedas, también se puede expresar. “Tengo que suplir con mi tronco superior lo que no puedo hacer con mis piernas y mis pies, que en el baile es mucho, pero se puede”, señala.
La joven no pierde compás. Lo normal es marcarlo con los pies. Ella no puede. “He tenido que aprender a llevarlo internamente. A los que entienden de esto les llama la atención mi capacidad de no perderme simplemente por el oído”, reconoce. Un don con mucho trabajo, tiempo y esfuerzo detrás.
"Mi vocación es otra: quiero ser pediatra”
Aunque el flamenco es su pasión, su vocación es otra: la Medicina, heredada de su madre que es anestesista. Leyre estudia quinto curso y quiere ser pediatra. “Es lo que realmente me gusta y quiero dedicarme a ello, el flamenco es solo un hobbit que seguiré cultivando”, explica.
Una carrera difícil que, como ella dice, “es un reto para cualquiera”, aunque en sus circunstancias, aun más. “En mi vida hay muchas barreras, pero no me planteo otra opción, quiero ser médica”, asegura. Sabe que, en el futuro, encontrará dificultades de accesibilidad a la hora de desempeñar su trabajo, pero su lema es vivir el presente. “Cuando llegue el momento de enfrentarme a un obstáculo en mi labor de pediatra ya veré como solucionarlo. Pero de momento vivo el día a día y ahora lo que toca es sacarme la carrera y, después, el MIR”, recuerda.
Al final el razonamiento es muy simple: “Me gusta el flamenco, pues bailo flamenco. Quiero ser médica, estudio Medicina. Naturalidad y normalidad, ante todo. Las personas con discapacidad no tenemos que ir por la vida pidiendo perdón”, insiste. Porque no hay meta que se le resista. Ya sea con bata blanca o a ritmo de bulería, Leyre sigue derribando barreras.