A Carmen Laura Delgado se le quitaron las ganas de comer durante su ingreso en el Hospital Reina Sofía de Córdoba. En 2018, a sus 35 años, le diagnosticaron la enfermedad de Crohn. Por entonces fue intervenida en una operación de ileostomía y, en mayo de 2022, tuvo que ser intervenida tras una infección. Lo que parecía una intervención como la primera, se complicó y despertó dos meses después. Se asustó tanto al ver que había sido operada nueve veces y que sus brazos y sus piernas estaban necrosadas, que no quería comer. Le daba pánico ingerir alimentos porque pensaba que podían sentarles mal y volver a estar en peligro. Aquí comenzó una cadena de solidaridad en forma de mensajes personalizados que le llegaban junto a la comida que hicieron que saliera adelante.
Cuando el médico le diagnosticó su enfermedad, era la primera vez que oía la palabra ‘Crohn’: “Creía que era una intolerancia a algo, no le di importancia, aunque los tratamientos intravenosos ya me hicieron sospechar de que era algo grave y me puse a mirar en internet”, confiesa a NIUS Carmen Laura. “El Crohn fue a por mi, no me dio tregua”, señala. A los cinco meses del diagnóstico ya fue intervenida de ileostomía, esto es, una abertura en la pared abdominal, para permitir el paso de heces. “A la semana me volvieron a operar pero ya me quedé bien”, relata.
Hace casi un año, la historia volvió a repetirse. Primero, un dolor muy fuerte, que resultó ser una infección en los intestinos. Había que volver a abrir y el médico le propuso aprovechar la intervención para retirarle la bolsa que llevaba. “Mi sueño era quitarme la bolsa pero todo se complicó”, reconoce. Los puntos para cerrar el intestino se abrían constantemente, por la enfermedad, y se infectaron llegando a provocar un shock séptico. “Me desperté dos meses después, con 9 operaciones a vida o muerte. A mi madre solo le quedaba rezar”, cuenta Carmen Laura.
Al despertar y ser consciente de lo que había ocurrido, no quería comer. “Tenía pánico”, confiesa. Una noche recibió el menú de la comida con un mensaje que decía: “Buenas noches, princesa”. Al día siguiente, otro de “Buenos días, amor mío”. Carmen Laura pensó que le había salido un admirador secreto. Así, día tras día, recibía un mensaje en los que la animaban en su lucha. Más adelante, ya le contaron que había sido idea de la endocrina para levantar su ánimo. “Fue un palo eh, creía que era un amor”, dice sin perder el humor.
Cada nota, la fue colocando en la pared de la habitación haciendo un colorido mural. “Había decorado mi casa, yo estaba muy feliz, todas venían a verme, las cocineras, los sanitarios”, recuerda. Su rincón y su historia, se habían convertido en una especie de museo que muchos pasaban a visitar. “Yo no tenía fuerzas ninguna pero llegaba el menú y eso me hacía levantarme de la cama”, asegura. En esa recuperación, estamos en septiembre de 2022, los brazos que estaban necrosados, los recuperó… Sin embargo, las piernas no. “Aguanté todo lo que pude y al final firmé el papel de la amputación, no podía con el dolor”, relata.
La fobia a la comida consiguió superarla, poco a poco, con el amor de cada detalle. “Yo habría tirado la toalla.. no quería comer por nada del mundo. No tenía fuerzas para afrontar lo que me estaba pasando”, señala. Desde cocineros hasta sanitarios, una cadena solidaria preparaba los mensajes que recibía en cada comida. Sin saberlo, ella se había convertido en un gran ejemplo de superación para los demás. Carmen Laura, fue dada de alta hace apenas un mes y, en tres semanas, le colocaran unas prótesis de color dorado: “porque todo lo que he llorado…vale oro", dice, de ahí su decisión al escoger el tono. Ella no ha parado de mirar al presente y al futuro con optimismo y eso que su historia no ha sido fácil: "Dar un paso adelante sin piernas es muy difícil y ahora mis prótesis me van a permitir seguir dando otros”.