Se cumplen 40 años desde que la verja de Gibraltar volvió a abrir tras 13 años cerrada. Una puerta que Franco ordenó cerrar y que separó a miles de familias, amigos y vecinos abriendo una herida que todavía escuece. Para llegar al Peñón, que está a pocos metros de la Línea de la Concepción, había que cruzar hasta Marruecos en barco y subir a otro hasta Gibraltar. Durante 13 años la verja fue testigo de llantos, gritos, amores y desamores de un lado y del otro. A medianoche de aquel 14 de diciembre de 1982, cientos de vecinos de Gibraltar y La Línea acudieron a la Verja para presenciar su apertura, sólo para peatones.
Detrás de los barrotes, para volver a su tierra natal, estaba Manolo Márquez. A punto de cumplir 65 años, echa la vista atrás y no puede evitar el llanto. “Fue muy duro para nosotros”, confiesa a NIUS Márquez, quien está a punto de jubilarse por Gibraltar después de toda la vida trabajando allí, primero como fontanero y, luego, como soldador.
En el año 76, recuerda, se fue a hacer el servicio militar voluntario porque en La Línea había poco trabajo. En uno de los permisos, ya con la frontera cerrada, “me dijo mi padre que mi cuñado había fallecido”. Con esto, se propuso que cuando terminara el servicio militar en Cerro Muriano y, luego, en San Roque, iría a visitar a su hermana que, casada con un gibraltareño, había quedado viuda con tres hijos “encerrada en el Peñón”. Como no lo dejaron pasar, subió en un barco hasta Marruecos y, desde allí, otro hasta Gibraltar. “Era la única forma que teníamos de entrar, un día entero viajando”, señala Manolo Márquez.
Fue con la intención de quedarse junto a su hermana Eustaquia ocho días y se quedó hasta que la frontera volvió a abrir. Manolo fue la cuarta persona que cruzó aquella frontera. “Para mí fue de los días más maravillosos de toda mi vida, por fin pude estar con mi familia de los dos pueblos después de mucho sufrimiento”, reconoce.
Estando en Gibraltar cruzó dos veces por la puerta oficial hasta La Línea. La primera cuando le avisaron de que su padre había fallecido. Se tiró al mar, ante la desesperación y “cuando iba por el aeropuerto pensé que me habían visto y me volví”, cuenta. Cogió el coche, se acercó a la frontera y, como no lo dejaban pasar, se quedó agarrado a los barrotes e intentó saltar. “Era noviembre del 77, hacía tanto frío que no podía ni hablar, los guardias de allí me dieron coñac”, recuerda. Horas después terminó en los calabozos de la Guardia Civil en La Línea acusado de un delito de desobediencia pero, la suerte esa noche estaba de su lado. “Le conté al sargento de guardia por qué quería pasar y me acompañaron hasta mi casa y pude ir al funeral de mi padre”, cuenta emocionado.
La segunda vez que pasó de nuevo a La Línea fue en los últimos tiempos del cierre, cuando lo llamaron para una mesa electoral. “Me abrieron para que pasara yo solo por la mañana y regresé por la tarde”, relata. Para él, hace 40 años de uno de los días más felices de su vida pero, desde que cerró, nada ha vuelto a ser lo mismo. “El daño ya estaba hecho, Franco cambió para mal nuestra historia”, sentencia.
Su hermana Eustaquia Aquilina, con apellido de su viudo, no pudo estar en el funeral de su padre. “La pena la pasé sola, fue horroroso”, cuenta con tristeza. De esos años recuerda todo como si fuera ayer. Cuando cerraron la frontera de Gibraltar en 1969 faltó hasta oxígeno en los hospitales. “Nos lo quitaron todo de un día para otro, nos quedamos aislados”, cuenta Eustaquia. Cuando cerraron, en el peñón apenas se hablaba en inglés y, cuando abrieron, era el idioma predominante. Todo había cambiado.
No se le olvida cómo la gente se veía a través de los barrotes y contaban las cosas de un lado para otro. “Allí se gritaba quién se había casado, quién se había muerto y todo lo que pasaba en los pueblos”, recuerda Eustaquia. Ella quedó una vez con su madre y fue tal la pena “de sentirla a dos pasos y a la vez tan lejos que no lo volvimos a hacer”. Han pasado 40 años desde que la puerta se abrió pero los recuerdos van a seguir doliendo siempre.
Alberto Velasco, 67 años, es vecino de La Línea y está detrás del blog ‘La Línea a través del tiempo’. Le regalaron un CD con fotografías antiguas del pueblo y hace 9 años comenzó a publicarlas. A día de hoy, le siguen más de 30.000 personas de todos los rincones del mundo, la mayoría gente que abandonó el pueblo tras quedarse sin trabajo tras el cierre. Calculan que más de 35.000 personas de la zona emigraron a otras ciudades de España y otros países.
Para los vecinos de La Línea fue una verdadera tragedia. “Aquí seguimos sufriendo lo que ocurrió”, cuenta a NIUS Alberto Velasco. Apenas tenía 13 años cuando cerraron la verja. “La Línea era una ciudad prometedora, había 9 cines, los mejores artistas del país visitaban la ciudad, nuestro equipo de fútbol estaba en segunda división, entre otras buenas cosas”, recuerda.
Todo esto se desvaneció tras el cierre porque “después de 13 años y medio escuchando los gritos en los barrotes y pisoteando los derechos humanos nada era igual”. La historia cambió para siempre porque se perdió la conexión y el amor que se había creado de manera natural entre los dos pueblos. “Cuando abrieron, vimos que Gibraltar había perdido mucho pero nosotros habíamos perdido más, nos tuvimos que tirar a los brazos del peñón para encontrar trabajo, legal e ilegal”, relata. Ahí comenzó el contrabando: de café, azúcar y tabaco.
“El sufrimiento continúa porque hay mucha gente que se tuvo que ir y no ha podido regresar aún y, otros, que ya no lo podrán hacer”, señala. La falta de empleo en la zona sigue siendo notable desde entonces. “Lo que se hizo sigue teniendo secuela en la sociedad y ojalá terminara pronto pero… parece que no”.