Están a casi 15.000 kilómetros de distancia, son más de 24 horas de vuelo y hay que atravesar dos continentes. Aun así hay una localidad granadina que se ha convertido en el destino turístico favorito para cientos de habitantes de Japón. Se trata de Montefrío. Este municipio de la comarca de Loja ha demostrado que no importa la distancia cuando se trata de vender el producto nacional en el país nipón.
Tanto es así que incluso se ha convertido en un referente para que una veintena de jóvenes parejas japonesas hayan viajado a este pueblo con un único motivo: contraer matrimonio por la tradición española. Y es que pocos se pueden resistir a las delicias de probar un buen jamón ibérico durante el banquete de bodas o bailar unas tradicionales sevillanas, algo que de seguro no pueden organizar en su país.
No se sabe bien cómo comenzó la historia de hermanamiento entre Japón y Montefrío, pero sí que se tiene una fecha por cierta: el año 1983, cuando Yuri Oyama, un profesor de la Universidad de Yokohama amante de los viajes y de conocer nuevas culturas, recaló en Montefrío durante un viaje a España. Quedó tan enamorado del lugar que comenzó a hacer fotografías que después editó en un libro en el que contó su experiencia durante su estancia en este pueblo granadino.
"El libro ya está descatalogado, pero aún hay algunos ejemplares circulando por ahí y los vecinos se emocionan a ver a sus abuelos o incluso ellos mismos siendo niños jugando por las calles", explica Miguel Ángel Camacho, concejal de Turismo y Comercio, en una entrevista con NIUS, en la que destaca el impacto económico que ha supuesto para el municipio el boom del turismo nipón.
Tanto es así que esta localidad, que también fue reconocida por la revista 'National Geographic' como uno de los diez pueblos con mejores vistas del mundo, ha decidido ir más allá y no es extraño que bares y restaurantes tengan sus cartas de menús en español y japonés.
De hecho, según cuenta el edil, a partir de la década de los 90 los touroperadores japoneses convirtieron a Montefrío en un destino famoso en todo Japón, principalmente en las ciudades de Tokio, Yokohama y Nagasaki, lugares de procedencia de las parejas que deciden disfrutar de una boda diferente con sabor español en “un marco emblemático y muy castizo”.
Las ceremonias, que se celebran en el antiguo Convento de San Antonio, cuentan con todos los ingredientes que marca la tradición española: una novia vestida de blanco (que es convenientemente peinada y maquillada en su hotel), un novio de chaqué, un cuarteto de cuerda que actúa durante el enlace, un presentador ataviado como un sacerdote para la ocasión -aunque las bodas son civiles-, puñados y puñados de arroz para lanzar a los novios y hasta un coche clásico o de caballos en la puerta para recogerles.
Después se organiza una sesión de fotos en el Mirador, "una idea que a los novios les hace especial ilusión por la ropa que lucirán ese día", reconoce Camacho, y se dirigen al banquete en un restaurante tradicional de Montefrío, y en el que no faltan manjares como el jamón y el aceite de oliva o la tarta nupcial.
Los primeros en tomar la decisión de contraer matrimonio de una manera que a ellos se les antojó exótica fue a Takuma Kawauchiya (el novio) y Yumiko Muramatsu (la novia), dos ciudadanos nipones que residen habitualmente en aquel país y que cumplieron su sueño allá por 2010, un año en el que los vecinos del pueblo se vieron sorprendidos por más de una decena de bodas niponas a la española.
"Ahora ha bajado mucho el número de bodas, aunque el turismo japonés sigue suponiendo el 11 por ciento de los viajeros que disfrutan de nuestro pueblo. Por eso, nosotros seguimos fomentando el hermanamiento entre nuestra tierra y el país nipón", explica Camacho, quien se refiere así al gran mural de más de 33 metros de largo que pintó el año pasado el artista jienense Eugenio Romero en conmemoración al hermanamiento del municipio con la localidad japonesa de Yasuda, que tuvo lugar en 2017.
También se organizan diferentes eventos relacionados con la cultura japonesa, como el que tiene lugar del 14 al 16 de octubre, donde niños y mayores podrán asistir a talleres para aprender a fabricar ‘teru teru’ -una especie de fantasmas que, a modo de amuleto, los niños fabrican para pedir que haga buen tiempo-, de origami y de caligrafía japonesa, además de puestos de kimonos, comida japonesa y dulces japoneses, y el que participará el chef que cuenta con tres Estrellas Michelín, Dani García, con un taller de fritura con AOVE del Poniente granadino.