Sandra y Julián tienen una barbería en Coria del Río, en Sevilla. No es una barbería cualquiera porque además de afeitarte la barba, aquí te puedes tatuar. "Yo soy la barbera", dice Sandra Diéguez. Su pareja, Julián Escamilla, se encarga de los tatuajes. Pero los fines de semana todo cambia. Juntos hacen las maletas y se van de viaje por España para tatuar en bodas.
Todo empezó con el confinamiento. Dos meses y medio sin poder abrir obligó a reinventarse a esta pareja. Después de darle algunas vueltas, en 2020 nació "Un tatuador en tu boda"; una especie de buffet de tinta que empieza donde Julián y Sandra se encargan de organizar tatuajes para los novios y los invitados que deseen dejar huella de la cita.
Aquel año solo les contrataron para un enlace en pleno mes de agosto. No les importó, sabían que aquello iba a funcionar y empezaron a invertir en un equipo portátil de tatuajes. Y no se equivocaron. Un año más tarde les contrataron en 16 bodas y este año van camino de las 20. Madrid, Huelva, Badajoz, Cádiz, Sevilla... son algunos de los sitios donde ya han ido para tatuar en los enlaces y por delante queda mucho más; tienen cerradas citas hasta 2024.
Tras el baile nupcial, los novios suelen ser los primeros en tatuarse y casi siempre eligen la fecha de la boda. "Es el pistoletazo de salida", dice Sandra, y es necesario porque muchos invitados no se terminan de creer que hayan contratado un tatuador para la boda. Una vez convencidos van pasando por Sandra que les enseña un catálogo.
Ofrecen mini tatuajes que Julián tarda en hacer entre 6 y 8 minutos. Hace una media de diez diseños a la hora y no siempre es para jóvenes. "Mucha gente mayor se tatúa por primera vez en la boda", explica Sandra, "suelen pedir el nombre de sus hijos". Otras opciones son fechas, iniciales... "Corazones o estrellas también se hacen muchos", cuenta a NIUS.
Ellos mismos se tatuaron en su propia boda el año pasado. Frente al altar y tras dar el sí quiero, Julián se tatúo a él y a Sandra la fecha de su boda. Lo hicieron en plena ceremonia, por sorpresa y delante de todos los invitados. "No descartamos ofrecer el servicio de tatuar tras los anillos", dice Sandra, "pero de momento vamos siempre durante la barra libre".
En una boda han llegado a hacer casi 60 tatuajes. "Estuvimos seis horas tatuando", recuerda Sandra. Ha sido el máximo de tiempo. El mínimo son dos horas y por ello cobran 600 euros. "Los novios normalmente contratan dos horas por si nadie se anima", cuenta a NIUS, "pero en cuanto ven la cola terminan ampliando las horas". El boca a boca está detrás del éxito de esta pareja que ha encontrado una forma de hacer de cada boda un recuerdo imborrable.