Ocho kilómetros de ruta en pleno corazón de las Sierras Tejeda, Almijarra y Alhama, en Málaga. Un agradable recorrido a través del río Chillar, con el agua a la altura de los tobillos, y cascadas a cada paso. El plan perfecto para el llamado turismo de naturaleza si no fuera porque la masificación está poniendo en peligro la riqueza natural, paisajística y mediambiental de este enclave malagueño.
Cada verano, desde hace ya varios años, recibe una auténtica avalancha de visitantes. “Vienen autobuses enteros de gente a pasar el día”, cuenta a NIUS Rafael Yus, portavoz de Ecologistas en Acción que lamenta que no haya ningún tipo de control, llegando a alcanzar entre 2.000 y 3.000 visitas diarias, durante los fines de semanas de julio y agosto. “Es una zona angosta, de recovecos, con apenas dos metros de ancho en algunos puntos, lo que hace casi imposible andar con tanta afluencia”, señala.
Es tal la concentración de senderistas que durante la pandemia tuvo que cerrarse para evitar aglomeraciones. Ahora levantadas las restricciones, vuelve con más fuerza como alternativa al turismo de playa. Unas siete horas de caminata cómoda y refrescante, a través de un río que solo cuenta con 17 kilómetros de longitud, desde su nacimiento a 1.200 metros de altura, hasta su desembocadura en el mar. Un corto recorrido que deja desniveles impresionantes y un caudal muy regular en el que no falta abundante agua, a pesar de la sequía que afecta al resto del país.
La afluencia de público durante los meses estivales transitando por un mismo sendero está provocando un fuerte impacto ambiental. “Hay biodiversidad que está siendo destruida por las pisadas. Son especies únicas que se están cargando”, lamenta Yus. Es el caso de plantas como el Galium viridiflorum, una especie en peligro de extinción que ya ha desaparecido de los márgenes del río.
La contaminación acústica ha provocado también que aves como el azor o el gavilán dejen de anidar en esta zona. A todo ello se suma la enorme cantidad de desechos que deja la marea humana: alimentos, envases, papeles… Más de media tonelada de residuos se han recogido en cada una de las limpiezas llevadas a cabo por voluntarios en los últimos años.
El propio ayuntamiento de Nerja ha solicitado en varias ocasiones a la Junta de Andalucía que ordene la actividad. La última, el pasado mes de mayo cuando el pleno municipal lo acordó por unanimidad. “Con esta nueva iniciativa volvemos a pedir a la administración competente que tome las medidas oportunas para que, de una vez por todas, se regule el acceso a este espacio”, explicaba el concejal de Medio Ambiente, Javier Rodríguez, en un comunicado que alertaba de que se había vuelto al nivel de afluencia previo a la pandemia y denunciaba riesgo de accidentes, deterioro medioambiental y la existencia de problemas “ante posibles situaciones de incendios forestales”.
La Junta de Andalucía es consciente de la situación. “Es necesario actuar ya por el medio ambiente y por la seguridad”, reconoce a NIUS José Antonio Víquez, Delegado de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul de la Junta de Andalucía en Málaga, que señala que la administración andaluza lleva meses trabajando para establecer cupos de acceso. Si la media de visitas diarias está en torno a las 2.000 personas, la idea es que sea diez veces inferior.
El problema, reconoce el delegado, es que hay varias administraciones implicadas. “Desde Medio Ambiente ya estamos trabajando en los planes de carga que son los que limitan el acceso en cualquier paraje natural”, pero en este caso, la competencia es también de la Consejería de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo rural. Distintas administraciones y normativas que están retrasando una limitación de visitas que avanza imparable.