Vecinos de la localidad argentina de Rosario, el pueblo donde nació y creció Leo Messi, no pueden esconder que en las últimas horas están nerviosos e ilusionados ante la posibilidad de que la selección albiceleste se proclame hoy campeona del mundo si consigue ganar a Francia en la final del Mundial de Catar. Un ejemplo de esta ilusión es el caso de un hombre francés y una mujer argentina, que han retrasado su boda para poder ver el partido.
"El pueblo argentino necesita una alegría así", asegura un universitario convencido de que la copa volará hasta Buenos Aires. Mientras tanto, el antiguo colegio y el primer campo de fútbol donde jugó Leo forman parte hoy de un itinerario turístico para los más pequeños, porque quieren enseñarles que los sueños se hacen realidad.
El presidente argentino, Alberto Fernández, verá la final del Mundial de Catar entre Francia y Argentina en la pantalla de su casa, tras renunciar, por superstición, a acudir al Estadio Lusail para presenciarla en persona.
"Como millones de compatriotas, disfrutaré la final de la Copa del Mundo en casa. Viviré este momento fantástico como hasta ahora, junto a mi gente. En la cancha van a estar los mejores de los nuestros y en la tribuna una gloriosa hinchada. Además, cábalas son cábalas", escribió Fernández en Twitter antes del partido del domingo.
Detrás hay una larga tradición de jefes de Estado argentinos que, tras la derrota de los sudamericanos por 1-0 ante Camerún en el Mundial de Italia 1990, prefirieron no asistir a los partidos de la Albiceleste. Aquella Copa del Mundo se jugó en presencia del entonces presidente Carlos Menem, que se ganó la fama de 'mufa', es decir, de gafe.