Los datos los ofrece ONG Save The Children: al menos 22 menores han muerto por causas violentas en lo que va de 2019. De ellos, cinco eran recién nacidos, dos tenían entre dos y cinco meses; seis tenían entre 3 y 10 años; tres tenían entre 11 y 15; y otros seis entre 16 y 17.
Por otro lado, 11 de ellos fueron asesinados a manos de su padre o madre, y dos forman parte de casos de suicidio por ‘bullying’ o acoso escolar. Del mismo modo, un joven de 17 años murió tras una paliza en San Sebastián propinada por otros siete jóvenes que le agredieron brutalmente; y otra chica de la misma edad fue asesinada por su pareja.
Especialmente mediático fue el crimen de Adeje, Tenerife, en el que un padre asesinó a su hijo de 10 años y a su madre tras llevarles engañados a una cueva como parte de un macabro plan para acabar con sus vidas. Sucedió en abril. El menor de sus hijos, de 7 años, huyó y salvó la vida tras andar cuatro kilómetros por un terreno agreste y escarpado. Cuando le encontraron estaba en estado de shock, sudoroso y desorientado. Fue él quien dio cuenta de la terrible tragedia que acababa de presenciar.
Mediático, macabro y desolador fue también el doble parricidio de Godella, en el que dos hermanos de 5 y 3 años fueron asesinados por sus progenitores en la parcela de su vivienda el pasado mes de marzo. “Los maté porque fue una orden de Dios”, llegó a decir la madre de los niños ante los investigadores.
El último caso de muerte de un menor por causa violenta se produjo el pasado mes de octubre en Las Norias de Daza, en El Ejido, Almería, donde un niño de siete años fue estrangulado por su madre.