El cerebro dicta toda nuestra actividad mental: desde procesos inconscientes, como respirar, hasta los pensamientos filosóficos más complejos.
Por miles de años, las civilizaciones se preguntaron sobre el origen del pensamiento, la conciencia, la interacción social, la creatividad, la percepción, el libre albedrío y las emociones. Hoy, gracias a las neuroimágenes, es posible filmar el cerebro cuando aprendemos, decidimos, nos enamoramos o enojamos. Y así entender las bases cerebrales de procesos complejos como la imaginación, la toma de decisiones y la emoción.
Actualmente sabemos, contra lo que se creía una década atrás, que las neuronas pueden regenerarse y establecer nuevas conexiones al tiempo que se pierden otras, y que el cerebro es un órgano plástico que una vez que alcanza su madurez, alrededor de los 20 años, continúa cambiando y adaptándose a nuevos comportamientos y circunstancias durante prácticamente toda la vida.
En 2002, el biólogo argentino Alejandro Schinder dirigió una investigación publicada en la revista Nature que demuestra que el cerebro adulto tiene la capacidad de generar nuevas neuronas que se incorporan a los circuitos existentes. Este descubrimiento abrió nuevos caminos en el tratamiento de lesiones cerebrales y enfermedades degenerativas como el Alzheimer.