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Bailando a ciegas: una profesora da clases de danza a alumnos con discapacidad visual en Vitoria

  • La única diferencia entre estas y otras clases es que "tengo que hablar mucho más"

  • En su escuela Gasteiz Baila da clases a una decena de personas con problemas visuales: "Ninguno es ciego de nacimiento"

  • Valeria Petry fue bailarina profesional en Argentina y lleva 18 años en Vitoria

Valeria Petry empezó a bailar con solo 10 años y desde entonces esta argentina, afincada en Vitoria desde hace casi dos décadas, no ha dejado de hacerlo. Primero subiéndose en los escenarios como bailarina profesional en su Argentina natal, donde durante diez años formó parte de la Escuela Nacional de Danza, y de unos años a esta parte dando clases.

En septiembre de 2019, su sueño de abrir su propia escuela de danza en Vitoria se hizo realidad, no imaginaba que solo unos meses después la pandemia de Covid la obligaría a bajar la persiana. Solo fue un obstáculo porque en cuanto pudo reabrió. Tras mudarse del centro comercial Lakua al centro de la capital alavesa, su academia Gasteiz Baila ocupa uno de los locales de las céntricas Galerías Itaca, en el número 7 de la calle General Álava.

A tan solo unos escalones de distancia de las aceras vitorianas, en la escuela de Valeria se escucha música y también muchas risas. “Nos lo pasamos muy bien”, confiesa y, aunque tiene a algún hombre entre sus alumnos, la mayoría de quienes acuden a bailar con ella son mujeres. “Las clases son pura terapia”, admite.

Clases para personas ciegas

Bachata, merengue, jazz, ballet, bailes latinos o hip hop, son algunas de las modalidades de danza que se pueden cursar en Gasteiz Baila, algunas impartidas por la propia Valeria y otras por otra profesora. Algunas de las más exitosas son las de Tik Tok y las de K-pop.

Hace unos años, Valeria propuso a la dirección de la ONCE poner en práctica algo que ella había visto de niña: “Me maravillaba que se pudiera bailar sin ver o sin oír, y había dos profesoras que daban clases a personas con problemas de audición o visión”, rememora. El año pasado, esta mujer acostumbrada a hacer realidad sus sueños, cueste lo que cueste, logró que la ONCE aceptara su propuesta. Desde entonces da clases, una hora a la semana, a entre 8 y 10 alumnos con diferentes grados de discapacidad visual, “lo ideal sería una hora, dos días por semana porque la clase se pasa rápido y a la mayoría les sabe a poco”. Que se lo digan a Begoña que cuando suena la hora siempre exclama “¡Vaya, cuando estoy empezando me tengo que marchar!”.

Las clases son como las de cualquier otro grupo, se empieza con el precalentamiento y eso sí, Valeria habla “mucho más que en otras clases”. Además, para facilitar la comprensión de los movimientos y no pudiéndose valer exclusivamente de la vista, el tacto se convierte en el sentido idóneo para entender, por ejemplo, la posición correcta en un momento del baile.

Entre sus alumnos no hay ninguna persona ciega de nacimiento, “sino que han ido perdiendo la capacidad de visión” y eso le facilita a Valeria poder explicar el baile con referencias visuales.

Violeta tiene 82 años, Jose y Javi son dos de los tres hombres que acuden a clase de danza y “precisamente Javi que es el que menos ve, es también el que mejor lo hace”, dice. Esa hora que cada miércoles acuden a Gasteiz Baila, estas personas “socializan de un modo distinto y espacialmente les resulta muy útil el baile para controlar sus límites”, explica Valeria.

Para prepararse para dar clases a personas ciegas, Valeria optó por intentar meterse en la piel de sus alumnas y alumnos, al menos durante un ratito, y probó a bailar con los ojos vendados. Admite que “es difícil mantener el equilibrio”, pero tras comprobar como bailan sus alumnos tiene la certeza de que “no hay límites” y que “el baile hace maravillas”.

Tanto que a sus alumnos, Petry les ha propuesto un reto que el grupo este año ha acogido con “muchas ganas” y es que van a preparar una coreografía de Tik Tok. Nos despedimos de Valeria, a la que las 24 horas del día apenas le dan de sí, compaginando su escuela con las clases de baile en los centros cívicos de Vitoria, esa ciudad vasca a la que llegó hace 18 años por amor y en la que decidió quedarse también cuando ese amor se desvaneció: “Cuando llegué la primera vez, la ciudad me capturó, es como si viviera en un barrio de Argentina en el que toda la gente me conoce”, asegura. 

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