Es difícil ir a una casa en la que haya niños y no ver un peluche. Ya sea en forma de animal o de personajes, los peluches invitan por su suavidad a ser abrazados, acariciados o incluso a formar parte de los juegos de los más pequeños. Y aunque a veces pueda quedarse “olvidados” en una estantería o en la cama, lo cierto es que estamos ante un juguete que no sólo no pasa de moda, sino que aporta grandes e importantes beneficios en el desarrollo de los niños.

Paloma Castellanos, colaboradora de Colorbaby y psicóloga especialista en neuropsicología y educación, además de profesora de Educación Infantil y orientadora en un centro escolar, detalla cuáles son los siete principales beneficios que aporta un peluche en el desarrollo de los más pequeños. Perfectos para gestionar los miedos, estimular la creatividad, las habilidades sociales o establecer las rutinas del sueño; regalar un peluche es darle al niño una herramienta perfecta para su desarrollo integral.

Los peluches aportan diversos beneficios para el desarrollo integral del individuo. En este sentido, son una herramienta en el desarrollo sensorial de los niños, especialmente en las primeras etapas de su vida. La suavidad y las texturas llenan al niño de sensaciones nuevas impulsándolo a explorar el mundo que le rodea.

En el desarrollo emocional, los niños los utilizan para gestionar el estrés, la ansiedad o los miedos, proporcionándoles consuelo y seguridad.   Además, fomentan la empatía, ya que los niños suelen cuidar y "hablar" con sus peluches, proyectando emociones y aprendiendo a reconocer las de los demás.

Con los peluches se puede estimular significativamente la imaginación y creatividad de los niños, ya que estos juguetes ofrecen un espacio perfecto para el juego simbólico y la creación de historias. Al interactuar con un peluche, los niños tienden a asignarles personalidades, roles o características propias de los seres humanos, lo que les permite practicar situaciones cotidianas, como cuidar a un bebé, ser un médico o un maestro, o inventar mundos y aventuras fantásticas. Este tipo de juego fomenta la capacidad de pensar de manera abstracta, de crear narrativas complejas y de resolver problemas dentro de los escenarios que inventan.

La interacción con los peluches favorece el desarrollo cognitivo porque impulsa habilidades como el lenguaje (al hablar con el peluche), la resolución de conflictos (al crear historias con reglas y personajes que interactúan), y la toma de decisiones(decidiendo qué hará el peluche en una situación específica). A través de estas actividades, los niños no solo ejercitan su creatividad, sino que también mejoran su capacidad para pensar de manera crítica y estructurada, lo que a largo plazo contribuye a un desarrollo cognitivo más sólido y a una mayor capacidad para el aprendizaje en diversas áreas.

Los peluches sirven como "compañeros" de juego, lo que permite a los niños practicar habilidades sociales, como compartir, colaborar y negociar. Además, fomentan el sentido de responsabilidad, a través del cuidado del peluche. También establecen con el peluche una conexión emocional y afectiva. En muchos casos, los peluches se convierten en un "amigo" o figura de apoyo emocional para los niños, lo que puede brindarles compañía y reducir la soledad.

Muchos niños encuentran que tener un peluche cerca les ayuda a sentirse más seguros y relajados a la hora de dormir, mejorando así la calidad de su descanso y su confort. Es por eso que se pueden utilizar para establecer rutinas del sueño, asociando el peluche con el momento de descanso.

Los peluches no tienen una edad específica para ser disfrutados, pero su uso y su valor cambian según la etapa de la vida. Para bebés, son una herramienta de confort y seguridad, mientras que para niños mayores y adultos, pueden ser una forma de relajación, coleccionismo o simplemente un recuerdo emocional. Sin embargo, siempre es importante asegurarse de que el peluche sea adecuado para la edad y que sea seguro en todo momento.

En definitiva, jugar con peluches no solo es una actividad lúdica, sino que también favorece el desarrollo emocional, cognitivo y social, proporcionando un espacio para la expresión de sentimientos y la creación de vínculos.

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