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El talón de Aquiles de la inteligencia artificial: las profesiones en las que le será imposible sustituirnos

  • Hay habilidades humanas que no podrán sustituir las máquinas, como “el pensamiento crítico” o “la creatividad”

  • Para acercarnos a la IA es útil preguntarnos para qué la necesitamos y explorar antes “qué intereses hay detrás”

  • Entrevistamos a Joan Clotet, defensor del Humanismo digital y consultor en talento

Joan Clotet es consultor en talento, conferenciante y coach. Defiende desde 2015 su ‘Humanismo digital’, un concepto que da nombre a su último libro y puede ser un buen punto de partida para reflexionar sobre aquellas características que nos hacen humanos en tiempos de IA.

Pregunta: ¿Qué habilidades humanas serán difíciles de sustituir por las máquinas?

Respuesta: Yo diría que aquellas que tengan actualmente poco rastro digital y que sean más difíciles de convertir en datos. O incluso aquellas que, de forma deliberada, mantengamos lejos de esta digitalización. La empatía, la inteligencia emocional, la comunicación no verbal, la intuición, el pensamiento crítico, la capacidad de tener un criterio propio aunque estamos cada vez más asistidos por IA…

P: ¿La creatividad es humana?

R: La inteligencia artificial puede emular capacidades hasta el punto de hacernos pensar que puede ser creativa, pero yo creo que no puede y que no podrá serlo en su sentido más amplio. La creatividad humana incorpora experiencia, emoción y conexión entre personas.

P: ¿Cómo incorporamos la IA manteniendo un equilibrio entre la tecnología y lo humano?

R: Sugiero aproximarnos con curiosidad y prudencia, pero también con una sana distancia y espíritu crítico. Es decir, preguntarnos ‘¿para qué no será útil a nosotros? Explorando y considerando los intereses de las empresas que los promueven. La IA no debería invadir aquello que cada uno consideremos más humanamente valioso.

P: ¿Y desde la sociedad?

R: Desde la colectividad tenemos que acercarnos con más prudencia para compensar la ambición muchas veces desmedida de las grandes tecnológicas. Las personas somos personas antes que clientes y la tecnología debería estar siempre para ayudarnos como personas.

P: ¿Trabajamos para ChatGPT?

R: En parte que sí, digamos que colaboramos. Podríamos compararlo con lo vivido con las redes sociales. Siempre que interactuamos con una pantalla y teclado estamos aportando deliberadamente información digitalizable. Si lo hacemos de manera poco consciente, podemos estar trabajando gratis y dedicando nuestro tiempo y energía siempre limitados a otros casi sin darnos cuenta de quién gana más en todo ello.

P: ¿Qué nos aporta la IA generativa?

R: La capacidad de ayudarnos a resolver problemas complejos, la de capacitar a muchas personas o la de aprender de ella. De hecho, es un espejo que refleja nuestros sesgos, albergados en los datos que le hemos aportado. La calidad de sus respuestas también aflora la de nuestras preguntas, igual que cuando conversamos con una persona. Yo defiendo que ese binomio de personas más tecnología, en ese orden, es una combinación muy poderosa. Invito a ver esta tecnología como un aliado con el que colaborar con apertura y prudencia, no solo como un enemigo que nos amenaza y al que solo le aportamos nosotros.

P: ¿Qué no delegarías nunca a las máquinas?

R: Desde decisiones críticas y complejas en ámbitos como la salud o la justicia, que requieren muchas habilidades humanas, hasta algo tan simple como la felicitación de cumpleaños una persona a la que quiero. Aunque sea ya posible clonar la voz y automatizar el envío, desear de corazón un buen día en el formato y canal más personal posible hace que no pierda parte del valor humano de ese gesto.

P: ¿Y qué automatizarías?

R: Tareas que me puedan hacer ganar tiempo en favor de otras de más valor. Siempre nos quejamos de que no tenemos tiempo. Si lo tuviéramos y la inteligencia artificial fuera un buen aliado para ello, ¿qué tipo de cosas delegaríamos en tecnología y en favor de qué? Eso no suele tener todavía una respuesta sólida. Creo que una de las claves es anticiparse en saber bien qué y cómo queremos ser para delegar en tecnología con más conciencia y sentido.

P: Estamos hablando por Zoom, ¿Cómo sé que no eres un robot?

R: A esta buena pregunta te contestaría con otra: ¿Cómo asegurarnos a diario de que nuestros comportamientos no son cada vez más robóticos y más faltos de conciencia plena o sentimientos? Esto nos podría estar ocurriendo de manera paulatina, casi sin darnos cuenta, hasta el punto de que no solamente nuestros interlocutores no lo perciban sino que no les importe.

Cada vez que interactuamos con una persona tenemos una oportunidad de practicar y de mejorar como humanos. Y deberíamos hacer todo lo que esté en nuestras manos para que otras personas nos sigan prefiriendo a nosotros.

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