Según el informe ‘Cuestiones de Seguridad Vial, Conducción Eficiente, Medio Ambiente y Contaminación’ realizado por Ministerio de Fomento junto con la DGT en 2015 el 90% de los accidentes de tráfico son debido al factor humano. Con la llegada de la conducción autónoma el factor humano se reduce, pudiendo incluso llegar a desaparecer, gracias entre otros a la visión 360 grados con la que están dotados estos vehículos.
Existen cinco niveles de conducción autónoma, desde el nivel cero (los vehículos sin asistencia) hasta el nivel cinco (los vehículos completamente autónomos). Actualmente en el mercado europeo se venden vehículos de hasta el nivel 3, los vehículos no son totalmente autónomos, pero tienen incorporadas funciones que asisten a la conducción de manera automática, incrementando así la seguridad.
Entre las herramientas que empiezan a facilitar la introducción a una conducción segura nos encontramos por ejemplo con el sistema ACC (del inglés Adaptative Cruise Control). Este sistema mantiene mediante unos láser y cámaras la distancia con el vehículo delantero, siendo capaz de frenar antes de que el conductor haya reaccionado.
A día de hoy se está trabajando en la creación de un nuevo algoritmo para implementarlo en los vehículos que no necesitan de la intervención humana, los de nivel 5, el cual va a ser capaz de cambiar de sentido, acelerar o frenar de forma autónoma. El problema se encuentra en que el algoritmo no protege a los pasajeros de los riesgos ocasionados por terceros como puede ser la errónea utilización de un intermitente, pero si todos los vehículos tuviesen incorporado este algoritmo el riesgo se reduciría a cero convirtiendo la conducción cien por cien segura.
Para una correcta y segura utilización de los sistemas automáticos, recientemente más de 50 países, entre ellos miembros de la Unión Europa, han firmado en la ONU un reglamento donde se señala el uso y el funcionamiento de los vehículos con sistemas de conducción automática. En el reglamento se recoge por ejemplo la prohibición de hacer uso de la automatización en vías donde puedan circular peatones y ciclistas, incrementando así la seguridad.
A pesar de la existencia de estos y otros retos para el desarrollo del coche autónomo como la ciberseguridad, sí parece seguro que este tipo de conducción será el futuro de la movilidad junto con la conectividad.
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