Después de sufrir un síncope sobre el escenario, Pastora Soler empezó a darse cuenta de que no podía seguir así, con ese ritmo de trabajo y que, más tarde o más temprano, tendría que parar. “Cuando me llevaron al hospital, no podía parar de llorar. Todo eso estaba destruyendo a Pastora y también a Pilar, estaba destruyendo a la persona que hay dentro de mí”.