La pérdida de un ojo es el daño más visible de aquella tarde de octubre en la plaza de Zaragoza, pero Juan José Padilla se enfrentaba a otros muchísimos otros daños físicos que le hacían casi imposible volver a torear, pero él lo necesitaba, “Necesitaba que el torero salvara al hombre, mi carrera estaba hundida, miraba atrás y solo eran recuerdo… No entendía que un toro truncara así mi vida y todo quedara ahí”. Por eso se lo dijo a su esposa, quién le apoyó desde el minuto cero “Me dijo “Claro que sí, yo quiero verte feliz no aquí, sentado en un sofá”’, se preparó al máximo y el 4 de Marzo de 2012 se volvió a poner el traje de luces en Olivenza.