Respecto a la primera vez que se miró al espejo, Padilla asegura que esperaba no verse bien, pero no “el monstruo” que se encontró. Sin embargo, una vez más encontró el lado positivo a la situación y pensó que como había llegado hasta allí andando era suficiente “Eso me valía, la cara a mí no me iba a servir de mucho”. Lo que realmente fue duro para el diestro fue enfrentarse a la cara de sus hijos, de su mujer, sus padres y sus amigos “Eso sí que para mí era un maldito espejo, un proceso en el que no entendía que ellos tenían que sufrir los efectos de esta maldita cornada, una profesión que he elegido yo. Eso me mantuvo un poco apartado, un mes y medio encerrado en un cuarto sin que te vea nadie”.